Para que el ejemplo de nuestros grandes hombres y mujeres continúe fecundando nuestro hacer de hoy e inspirando ilusiones y esperanzas, no basta con la simple evocación retórica y circunstancial de su nombre; preciso es que la nobleza de su ejemplo y su palabra se encarne en la vida, el pensamiento y la acción de quienes hoy tenemos el deber de continuar la obra siempre inconclusa de construir la patria.
¡Inevitable resulta, pues, que estas hondas cavilaciones afloren en nuestro pensamiento al conmemorar todos los dominicanos el 205 aniversario del natalicio de nuestro Padre de la Patria! ¿Qué hemos hecho de su legado? ¿Cuáles son los valores duartianos que precisamos hoy retomar y asumir para emprender nuestro impostergable rearme moral? Cada dominicano consciente tiene el deber de encarar estas preguntas. Me dispongo a esbozar algunas pinceladas de ese Duarte que anhelo ver perdurar en cada dominicano a través del cultivo de las virtudes que fecundan en obras.
1.- El Duarte desprendido que antepuso el bien de la Patria a su propia comunidad y apetencia personal
Cuando en carta memorable pide a su madre y hermanas les insta a vender sus propiedades para entregarlo todo al bien de la patria, les expresa que con esta acción “…no tendremos por qué arrepentirnos de habernos mostrado dignos hijos de la patria” ¡Cuanta entrega y grandeza de espíritu! “La patria es ara y no pedestal” diría el gran José Martí. Para Duarte fue sudor, lágrimas, altar de sacrificio…No obstante para muchos, de ayer y de hoy, constituye un pedestal donde colocarse para dar curso a sus apetencias egoístas de riqueza, poder y prestancia social.
2.- El Duarte honesto y transparente que rindió cuentas
Al regresar de la campaña del Sur el 12 de abril de 1844, rinde cuentas ante la Junta Central Gubernativa de los $1,000.00 que le fueron entregados. Devuelve $827.00 que no fueron gastados y describe con admirable precisión en que gastó los $173.00 restante, centavo por centavo. ¡Cuánto respeto por lo que era de todos! ¡Cuánto necesitamos de este Duarte, sobre todo en nuestra gestión pública, para que nadie- sin importar lo bajo o encumbrado de su nivel- se sienta dueño de lo que se le entrega en administración y que es patrimonio de todos y no heredad personal.
3.- El Duarte que estableció la búsqueda de la justicia a través del respeto a la ley como norma suprema para ordenar la convivencia y el funcionamiento del Estado
En el artículo primero de su Proyecto de Constitución estableció bien claro que: “la Ley es la regla a la cual deben acomodar sus actos, así los gobernados como los gobernantes” y en el artículo 13 del referido proyecto estableció que “ningún poder de la tierra es ilimitado…ni el de la ley tampoco” y que “…todo poder dominicano está y deberá estar siempre por la ley y esta por la justicia, la cual consiste en dar a cada uno lo que en derecho le pertenezca”. Ya en vida tuvo Duarte que soportar los embates impenitentes del despotismo, el personalismo y la arbitrariedad, muy especialmente de Pedro Santana y su cohorte de autócratas. Una de las grandes tragedias de nuestra naciente Republica -y en gran parte lo es hoy todavía- es el hecho de que antes que en la ley y las instituciones se cimentó sobre el capricho y la ambición personal. Santana, Báez, Lilis, Trujillo…afirmaron- a imitación del “Rey Sol” Luis XIV: “El Estado soy yo”. Es grande, pues, el desafío- aun pendiente- de de implantar un estado ético donde las instituciones se antepongan a la voluntad personal.
4.- El Duarte humilde y de servicio que no hizo alarde de su prestancia para pasa factura a la Patria
El Duarte que hubo de soportar las penalidades del destierro, que, como afirmara Hostos, “prefirió todas las tristezas de la soledad, del trabajo no bien recompensado, de la desconsideración de los indiferentes, de la miseria y del abandono de propios y extraños, antes que volver a ser calumniado entre los suyos” regresa desde Venezuela en 1864 para entregarse con toda su alma a rescatar la patria del yugo español al que la sujetara Pedro Santana. Al retornar le escribe al General Salcedo aquella carta memorable del 26 de abril de 1864 en que le expresa: “…si he vuelto a mi patria después de tantos años de ausencia, ha sido para servirla con alma, vida y corazón, siendo cual siempre fui, motivo de amor entre todos los verdaderos dominicanos y jamás piedra de escándalo, ni manzana de discordia!”
¡Si somos abnegados, humildes, serviciales, transparentes, respetuosos de la ley y amantes de la justicia Duarte seguirá viviendo por siempre en nuestros actos! ¡Todo lo demás es hueca retórica y pose patriotera que en nada edifica la patria!