Aunque la Constitución es muy precisa respecto a qué debe hacer el Presidente de la República ante el Congreso cada 27 de febrero, el pueblo siempre se fija expectativas más allá del texto constitucional y aspira a oír la voz del gobernante tocando temas nacionales de impacto y de actualidad.
¿Qué tepareció el discurso? La pregunta es muy común en la fecha patria y constituye un ejercicio esperado en el requerimiento de reacción de parte de la prensa y en los paneles montados por la televisión informativa con la presencia de expertos en diferentes áreas.
A través de los años he observado, como profesional del periodismo, que mientras más se ciñe a la Carta Magna más decepcionante resulta la pieza oratoria del número uno de la nación.
El artículo 114 de la Ley Sustantiva expresa:
“Es responsabilidad del Presidente de la República rendir cuentas anualmente, ante el Congreso Nacional, de la administración presupuestaria, financiera y de gestión ocurrida en el año anterior, según lo establece el artículo 128, numeral 2, literal f)”.
Este último indica, de manera literal, que el deber del Ejecutivo es: “Depositar ante el Congreso Nacional, al iniciarse la primera legislatura ordinaria el 27 de febrero de cada año, las memorias de los ministerios y rendir cuenta de su administración del año anterior.”
En cuaquier país institucionalmente avanzado, este rito sería un lugar común, objeto de reseñas discretas y comentarios del mismo cariz, por cuanto se trata de algo esperable.
Aquí nos falta mucho por avanzar en el ordeninstitucional, en transparencia, en honestidad y pulcritud respecto al manejo de los bienes públicos.
Planea en la psique colectiva un morbo –producto de malas prácticas ancestrales- que coloca a los funcionarios públicos bajo sospecha, en el entendido de que al Estado se va a “guisar” y no a servir.
Esa percepción se arraiga en la medida en que no hay consecuencias para quienes contravienen la ley.
Por eso siempre esperamos que el Presidente –especialmente si habla poco comoDanilo Medina- propine a alguien un “pela de lengua”, nos regale “un circo verbal”, una épica, una fuerte advertencia o una amenaza incendiaria a la corrupción, aunque se trate de humo disipado a los tres días sin contar con el respaldo de los hechos.