¿Qué siente la familia de alguien que se quita la vida?

¿Qué siente la familia de alguien que se quita la vida?

¿Qué siente la familia  de alguien que se quita la vida?

¿Por qué lo hizo? ¿Por qué no lo impedí? ¿Cómo me ha podido hacer algo así? Estas son algunas de las preguntas que se hacen los familiares y amigos cercanos de una persona que decide suicidarse.

Una o dos veces en la semana, los periódicos publican alguna nota de un suicidio y la posible crisis que vivía el suicida: depresión u otra condición que comprometía su salud mental; se ha habla de la necesidad de prevención, pero ¿y de los familiares que tienen que vivir y enfrentar esta tragedia? ¿Qué pasa con ellos? Su vida ya no será la misma.

“Creo que la persona que se suicida deja sus esqueletos psicológicos en el armario emocional del superviviente: lo sentencia a afrontar muchos sentimientos negativos y, más aún, a obsesionarse con pensamientos sobre su papel real o posible en haber precipitada el suicidio o en haber impedido que ocurriera. Puede ser una carga muy pesada”, escribió Edwin Shneidman, considerado padre del movimiento de prevención del suicidio en Estados Unidos, y citado por J. William Worden en su libro “Tratamiento del duelo. Asesoramiento psicológico y terapia”.

Worden afirma que un sentimiento habitual entre los supervivientes de un suicidio es la culpa “se hacen responsables de la acción del fallecido y les corroe el sentimiento de que debían o podían haber hecho algo para evitar la muerte”, reflexiona. “Este sentimiento de culpa es especialmente duro cuando el suicidio ha sucedido en el contexto de un conflicto entre el fallecido y el superviviente (…) los sentimientos de culpa son habituales después de cualquier clase de muerte, pero en caso de suicidio, se exacerban mucho más”, afirma.

“De todos los sentimientos que asaltan al superviviente de un suicidio, uno de los predominantes es la vergüenza” afirma J. William Worden. Dice que en la sociedad persiste el estigma asociado al suicidio. “Los supervivientes son los que tienen que sufrir la vergüenza de que un familiar se quite la vida y esta vergüenza puede estar influida por las reacciones de los demás”.      Otra emoción que sienten los familiares es la ira, “una ira muy intensa”, dice Worden. “Ven esa muerte como una especie de rechazo. Cuando se preguntan ¿por qué, por qué, por qué? en el fondo quieren decir ‘¿por qué me has hecho una cosa así? La intensidad de su ira, hace que se sientan culpables”.

También el miedo -explica Worden- es una reacción normal después de un suicidio: “muchos parecen cargar con una sensación de destino o de condena, sobre todo si son los hijos de la persona que se ha suicidado (…) en los casos donde ha habido varios suicidios en una misma familia, la posible transmisión genética de la tendencia al suicidio, genera mucha ansiedad”.

Otra reacción que se espera de los familiares de una persona que se ha suicidado, es el pensamiento distorsionado, sobre todo si son niños, que prefieren ver el hecho bajo la óptica de un accidente. “En la familia se genera una comunicación distorsionada que acaba creando un mito sobre la muerte del fallecido: si alguien cuestiona este mito llamando a aquella muerte por su nombre, recae sobre él la ira de los demás que necesitan verla como una muerte accidental o natural. Este pensamiento distorsionado puede ser útil a corto plazo, pero a la larga es totalmente improductivo”.

Los estudiosos del tema están de acuerdo en que el duelo a causa de un suicidio puede ser más intenso y duradero que otras clases de pérdidas. Recomiendan al superviviente que, si lo cree necesario, busque acompañamiento de un profesional de la salud mental. Y nadie debe sentirse culpable por tocar la puerta de un especialista de la conducta.