Qué puede enseñarnos la industria de la heroína sobre la energía solar

Qué puede enseñarnos la industria de la heroína sobre la energía solar

Qué puede enseñarnos la industria de la heroína sobre la energía solar

El corresponsal jefe de medio ambiente de la BBC visitó los cultivos de opio afganos.

Si alguna vez has dudado sobre el poder de la energía solar como una tecnología transformadora, continúa leyendo.

Esta es la historia de como la energía que brinda el Sol muestra su poderío en el ambiente más difícil posible.

El mercado del que hablo es, quizás, el más puro ejemplo de capitalismo del planeta.

Aquí no hay subsidios gubernamentales. Tampoco nadie piensa sobre el cambio climático o cualquier otra consideración ética similar.

Esta historia se trata de emprendedores a pequeña escala que intentan conseguir beneficios. De como cultivadores afganos de opio se han cambiado a la energía solar y aumentado significativamente la oferta mundial de heroína.

Helicóptero sobre Helmand

Descubrí el primer panel solar mientras volaba en un helicóptero militar sobre los campos de opio en el valle de Helmand en Afganistán.

Si nunca has escuchado hablar sobre Helmand, debes saber que es la provincia más peligrosa de ese país.

De los 454 soldados británicos que murieron en el reciente conflicto de Afganistán, todos, menos cinco, perdieron sus vidas en Helmand.

En esta provincia se encuentra, además, el corazón de la región de opio más productiva del planeta.

opium poppy
 La provincia de Helmand es la zona más peligrosa de Afganistán y la zona más productiva de opio del planeta.

La mayoría de ese opio es refinado hasta obtener heroína, una de las drogas más adictivas que existen.

Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), casi el 80% del opio afgano proviene del suroeste del país, donde se localiza la provincia de Helmand.

Allí se encuentran casi dos tercios de la oferta global.

Seguramente no es el tipo de lugar del cual uno esperaría que estuviese a la cabeza en los esfuerzos de disminuir la huella de carbono de la economía.

Sin embargo, tras divisar el primer panel solar, aparecieron más.

De hecho, parecía haber una colección de paneles solares en la esquina de la mayoría de complejos agrícolas. Eso fue en 2016.

Es ahora cuando la escala de la revolución de producción de heroína ha sido cuantificada.

Y es que yo no fui la única persona en percatarse del interés de los cultivadores afganos en las tecnologías bajas en carbono.

Evidencia desde el espacio

Richard Brittan está inclinado hacia su computadora dentro de un complejo industrial situado justo fuera de Guildford, en el sur de Inglaterra. Está revisando las últimas imágenes de satélites de Afganistán.

Brittan es un antiguo soldado británico cuya empresa, Alcis, se especializa en el análisis satelital de lo que él llama «entornos complejos».

Es un eufemismo para referirse a lugares peligrosos. Entre otras cosas, Brittan también es un experto en la industria de drogas de Afganistán.

Brittan acerca el zoom en una zona en los desiertos de Helmand. Hace unos años, allí no había nada. Ahora hay una granja rodeada de campos.

Se acerca un poco más y claramente se observan los complejos de paneles solares y una gran reserva de agua.

Un poco más a la derecha hay otra granja. Allí se repite el mismo patrón: una gran reserva y otro grupo de paneles solares.

Imágenes satelitales de Helmand, en Afganistán.Derechos de autor de la imagen ALCIS
 Las imágenes satelitales muestran reservas de agua y paneles solares en el valle del río Helmand.

Al navegar por las imágenes, la vista se repite una y otra vez a lo largo y ancho de toda la región.

«Así se cultiva actualmente la flor de opio», me cuenta Brittan. «Perforan unos 100 metros en el suelo hasta llegar al agua subterránea, colocan una bomba eléctrica y la conectan a unos pocos paneles solares y el agua comienza a fluir».

La adopción de esta nueva tecnología fue muy rápida.

El primer reporte de una granja afgana utilizando energía solar data de 2013.

Al año siguiente, comerciantes comenzaron a almacenar paneles solares en Laškar Gāh, la capital de Helmand.

Desde entonces, el crecimiento ha sido exponencial. El número de solares paneles instalados en la granja se ha duplicado cada año.

En 2019, el equipo de Brittan contó 67.000 complejos de estos dispositivos en el valle de Helmand.

En el mercado de Laškar Gāh, se pueden ver apilados formando torres aletas.

Torres de paneles solares.
 En el mercado de Laškar Gāh, se pueden ver paneles solares apilados formando torres aletas.

Es fácil comprender por qué la venta de paneles solares ha sido tan vigorosa. La energía provista por el Sol ha transformado la productividad agrícola de la región.

Hace un par de semanas, filmé una granja de opio situada en lo que solía ser un desierto.

El granjero nos enseñó sus dos complejos de 18 paneles solares. Ambos alimentan las dos bombas eléctricas que usa para llenar un gran depósito.

A través de un pequeño canal, emplea el agua para irrigar sus cultivos. Alrededor, los campos están floreciendo.

El granjero sembró su cosecha de opio en mayo y ahora está cultivando tomates.

Una granja irrigándose.
 Canales de irrigación en una antigua zona desértica.

«La energía solar ha cambiado todo para esos productores», afirma el experto David Mansfield mientras vemos el video.

Mansfield ha estado estudiando la producción de opio de Afganistán por más de 25 años. Dice que la introducción de la energía solar es, de lejos, el cambio tecnológico más significativo que ha visto en todos sus años de estudio.

Comprar petróleo para alimentar las bombas de agua en las granjas solía ser el mayor gasto de los productores.

«Y no solo por los costos. El petróleo que llega a estas zonas está tan adulterado que las bombas y generadores se estropean constantemente. Era un problema enorme para los cultivadores», dice Mansfield.

Ahora es muy distinto. Por un pago inicial de US$5.000 pueden comprar un conjunto de paneles solares y una bomba eléctrica. Una vez se instalan, virtualmente se acaban los costos.

Venta de paneles solares y bombas de irrigación.
 Una vez se instala el equipamiento necesario, no cuesta más obtener agua.

Es un montón de dinero. El costo medio son unos US$7.000, pero el impulso productivo es enorme y cualquier préstamo se suele devolver en un par de años.

«Desde ese momento, el costo del agua es completamente gratuito», continúa Mansfield.

Eso significa que pueden cosechar más amapolas de opio y también otros cultivos.

Muchas granjas obtienen ahora dos cosechas al año, algunas incluso tres.

Y esa no ha sido la única revolución. Usar energía también ha permitido cosechas en lugares que, antes, jamás se hubiesen considerado fértiles.

Desierto

De vueltas a su oficina en Guildford, Richard Brittan me enseña una nueva imagen en su computadora. Muestra el valle entero de Helmand.

Sobre esa panorámica, sobrepone otra foto mostrando la zona en 2012. Entonces, los productores trabajaban unas 157.000 hectáreas.

Una serie de fotografías revela la expansión de este área en los años recientes. Se ha extendido a la medida en que se comenzó a usar la energía solar.

Cada año, la zona de cultivos se ha incrementado en decenas de miles de hectáreas. Para 2018, se había duplicado hasta las 317.000 hectáreas.

En 2019, se contaban 344.000 hectáreas.

«Y sigue creciendo», dice Brittan.

Al mismo tiempo, la tierra también aumenta su productividad. Sus mapas están sombreados desde el púrpura oscura -los terrenos menos fértiles- hasta los verdes claros, que indican mayor productividad.

Cultivos en 2012.
Image captionCultivos en 2012
Cultivos en 2019.
 Cultivos en 2019.

«Toda esta agua está floreciendo al desierto», explica Brittan.

El aumento de cultivos también ha atraído más personas a la zona.

Brittan estima que medio millón de personas han migrado a las zonas desérticas de Helmand en los últimos cinco años. Su equipo ha contabilizado unas 48.000 casas adicionales construidas en el mismo período.

Del mismo modo, el impacto en la oferta mundial de opio parece ser igual de espectacular.

Anualmente, la ONU estima la cantidad de drogas ilegales que se producen alrededor del mundo. En 2012, antes del uso extendido de la energía solar, cuantificó la producción afgana de opio en un total de 3.700 toneladas.

Fruto del opio
 Los desiertos florecen y las tierras son mucho más productivas gracias a las facilidades para irrigar agua que proporciona la energía solar.

En 2016, dicha producción aumentó hasta las 4.800 toneladas.

Y en 2017 se produjo una auténtica cosecha abundante: 9.000 toneladas de opio. De lejos, la mayor producción jamás cosechada por Afganistán.

Fue tanto opio que sus precios cayeron.

Lo que pasó a continuación es muy interesante.

En 2018 y 2019 disminuyó el área de cultivos de opio en la mayor parte de Afganistán, excepto en el sudoeste, donde los granjeros realizaron una gran inversión en tecnología solar.

Aquí la producción de opio, de hecho, aumentó, alcanzando casi 5.000 toneladas en 2019. El país entero produjo 6.400.

Los efectos de esta productividad sin precedentes se han notado en el resto del mundo.

Cadena piramidal de hacer el bien

En septiembre de 2019, la policía de Reino Unido incautó 1,3 toneladas de heroína de un valor estimado de US$154 millones, la mayor cantidad jamás incautada en ese país.

No sorprende entonces que The Well, la organización benéfica de recuperación de adicciones de Dave Higham en el noroeste de Inglaterra, esté prosperando.

El método de Higham para combatir la adicción se basa en la película de Hollywood Pay it Forward (Cadena de favores) del año 2000.

La idea es que no devuelvas el favor al que te lo hace, si no que lo concedas a otras personas que no conoces.

Básicamente, se trata de una cadena piramidal de hacer el bien que parece estar funcionando.

Uno de los edificios de The Well situado en Barrow-in-Furnes, al noroeste de Inglaterra, está lleno de gente.

Todos son adictos o antiguos adictos «devolviendo favores».

Dave HighamDerechos de autor de la imagen THE WELL
 El antiguo adicto Dave Higham lleva ahora una organización benéfica para recuperar adictos.

Higham fue adicto durante 25 años y afirma notar un incremento de la oferta de heroína en los años recientes.

Los adictos con los que trabaja dicen que la calidad de la heroína que compran está mejorando y que ya no existen los baches de oferta de antes.

Muchos de sus clientes son parte de un estimado de entre 260.000 y 300.000 consumidores a largo plazo de heroína en Reino Unido.

Higham, como muchos otros exadictos, desarrolló su hábito de consumo en los años 80, en una época de alto desempleo en que la heroína afgana de alta calidad empezó a llegar a Reino Unido.

Como muchos otros trabajadores de organizaciones benéficas antidrogas, su mayor miedo es que la recesión tras el coronavirus produzca mayor desempleo y coincida con los avances productivos de la heroína afgana.

Si eso sucede, advierte, es probable que aumente los índices delictivos porque los drogadictos tendrán que robar para satisfacer su vicio.

Lo que nos dice esta historia sobre la energía solar

La revolución en la producción de heroína afgana nos muestra qué tan disruptiva puede ser esta fuente energética.

La energía solar se está poniendo tan barata que es capaz de cambiar lo que hacemos en formas fundamentales con consecuencias que repercuten en todo el planeta.

En muchos mercados, la energía solar ya es más barata que los combustibles fósiles.

Además, su costo disminuye a medida que se produce y se instala más. Eso significa que en los próximos años podemos esperar más energía proveniente del Sol.

Los cambios en la producción de opio afgano muestran las innovaciones significativas que conlleva utilizar una fuente independiente de energía.

También demuestra que las consecuencias no siempre serán positivas, como es el caso de los adictos a la heroína y también los grajeros de Helmand.

Se está usando tanta agua subterránea en esta región que se estima que las reservas están cayendo 3 millones por año. El temor es que el agua, simplemente, termine agotándose pronto.

«Puede que este auge no dure más de 10 años», dice Orzala Nemat, quien lidera la Unidad de Evaluación e Investigación de Afganistán, el mayor think tank del país.

Orzala Nemat
 Orzala Nemat está preocupada por el agotamiento del agua.

Esto no solo afectaría a todos aquellos que migraron a las zonas desérticas, sino a toda la región. Más de 1,5 millones de personas podrían verse obligadas a cambiar de hábitat.

Algunos se mudarán a otras zonas de Afganistán, cree Nemat, pero mucho intentarán llegar a Europa o Estados Unidos, donde consideran que sus futuros serán mejores.

Nemat no tiene dudas de lo que esto podría significar: «será una gran crisis».