¡Qué país, TelexFree!

Si hay una lección, tan lamentable como reiterada, que emana del oprobioso negocio multinivel TelexFree, es el sentido de orfandad en que vive sumida la sociedad dominicana, pese al costo que representa para sus bolsillos esa burocracia estatal crecientemente espesa, adormecida a conveniencia y apercibida cuando le viene en gana.

Instancias como la Policía, la Procuraduría, Proconsumidor y Superintendencia de Valores pudieron haber frenado en seco las operaciones de esa aspiradora financiera, que ha succionado el dinero de una amplia masa de gente ilusa.

Al desplomarse la insostenible pirámide -que en RD quiso sobrevivir con un cheque de administración de US$10.0 millones capturado por las autoridades en Estados Unidos- algunas de estas instituciones hacen relaciones públicas de las malas con iniciativas “preventivas” que parecen un chiste de mal gusto.

TelexFree no sólo operaba a los ojos de todos -y hasta con asesores de comunicación que vociferan en la radio y garabatean en los periódicos- sino que llegó a ofertar “bonos”, razón suficiente para que la Superintendencia de Valores lanzara al menos una alerta temprana a los ciudadanos.

Su denuncia del pasado 3 marzo ante el Ministerio Público, de muy bajo perfil, no la reivindica. Por el contrario, la tipifica como una institución atrapada en su propia abulia y que -teniendo información a manos- esperó que ocurriera la desgracia para una actuación tristemente tardía.

En Colombia, un engendro parecido a TelexFree, que se denomina WCM777, fue denunciado en 2013 muy a tiempo por el mismo presidente Juan Manuel Santos, quien ordenó una acción policial investigativa por su cuenta de Twitter.

Hace poco más de un mes, el ministro de Hacienda de ese país, Mauricio Cárdenas, daba la cara en rueda de prensa para alertar sobre la incursión de siete nuevas pirámides y exhortar a los colombianos a no dejarse embaucar por la oferta de ganancias fáciles. Este es el rol de un Estado responsable.

Aquí, sin embargo, el silencio de las autoridades fue, de alguna manera, un abono que permitió a TelexFree extender sus tentáculos libremente, comprar “mediadores” para que le lavaran la imagen y tocaran puertas de instancias de poder, tratando de legitimar aquella podredumbre. ¡Qué país!