Día por día nuestros medios informativos se hacen eco de graves sucesos dentro del acontecer nacional en que son asesinadas una, dos o más personas.
Uno de los últimos y estremecedores casos es el de Jeffrey Tavárez, un empresario de ‘Rent Car’, asesinado por 5 sicarios, quienes, se ha dicho, fueron contratados para el efecto por la joven señora Dauriza Burgos.
La Burgos es una joven mujer de apenas 22 años que en la actualidad tiene un embarazo de 18 semanas y que se sospecha ideó la muerte de su esposo para adueñarse de sus propiedades, así como de 3 millones de dólares que este había ganado en una demanda interpuesta por un accidente de tránsito en los Estados Unidos.
Muchos son los hechos de este tipo o de naturaleza parecida o peor que se producen en nuestro país, que sobrecogen y alarman. Diversos factores inciden en su determinación. Ahora nos centraremos solo en algunos de ellos.
Llama la atención que la supuesta autora intelectual del crimen involucrara a uno de sus hermanos. Esto a seguidas nos hace pensar en el tipo de familia de la que posiblemente procedería, que no podría ser otra que una familia desestructurada.
Una familia donde están ausentes los progenitores o uno de ellos (habitualmente el padre), tal como ocurre, cuando menos en el 40 % de los hogares dominicanos, o si ambos sufren falta de autoridad en sus reclamaciones. El problema es mayor, hay padres que temen a sus hijos.
El medio social se les ha ido por encima.
La escuela dominicana tiene muy serias deficiencias, puede enseñar ciencias naturales, gramática, matemáticas, historia, etc. (que varias pruebas internacionales han dejado ver que es muy precaria), pero no enseña, por lo menos efectivamente, principios, valores, ética, ciudadanía.
Hemos perdido sensibilidad humana y social y ha bajado nuestra medida del valor de la vida.
El alto costo que tienen en nuestra sociedad los servicios de calidad, nos han llevado a pensar que el que nada tiene nada vale. Por eso tantos dominicanos están enloquecidos por tener dinero.
Por tener dinero hasta arriesgan la vida. Pero esta explicación es solo válida en parte, porque como se sabe, hoy muchos dominicanos de distintas clases sociales aspiran a tener, y a tener mucho, no para satisfacer adecuadamente sus necesidades, sino para consumir en demasía, para exhibir u ostentar. De ahí lo imperioso que se incluya en los programas académicos la educación en valores.
Dos conclusiones: el camino que trillamos hoy no es el correcto.
El Estado dominicano sigue sin hacer lo que tiene que hacer con respecto a nuestra escuela y a la mayoría de las familias de nuestro país.