“Ese conejo te enganchó”, me dicen. Sí pero no. Es otra cosa. Me arroba ver gente inteligente rehusando la responsabilidad moral del debate, porque callados evitan conflictos o impopularidad ante temas escabrosos.

Juan Luis Guerra ha escrito y cantado bachatas, género elevado por su arte poético a niveles de mayor contenido erótico o social que casi todos los urbanos juntos.

Me disgusta que justifiquen reducir el arte, que supone belleza, armonía de formas con fondo inteligente, a vulgaridades explícitas o pulsaciones primitivas.

Puede que el mercado sea suficiente justificación en sí mismo del éxito de cualquier producto; al público consumidor hay que complacerlo.

Afortunadamente, siempre hay grupos pensantes, con sensibilidad refinada, instruidos y educados, que salvan lo que las masas desprecian, no por malucos, aunque ignorantes, rebaño o focas que aplauden por reflejo.

Las élites han dirigido más cambios políticos y progreso socioeconómico que la turba insurrecta.

Trátese de disrupción o inclusión, como este conejo, o revolución como la francesa, esa gleba cunícola es apenas “paying customer” o carne de cañón…