Muchas personas escuchan la palabra de Dios y se sienten llamadas a obedecerla. Empiezan con mucho estusiasmo a estrechar una relación con Dios, pues en su interior sienten esa necesidad de estar cerca de su creador; sin embargo, en poco tiempo se apartan de ese camino. ¿Por qué?
El problema no está en la palabra de Dios, puesto que ésta no se devuelve sin producir efecto en quien la escucha (Isaías 55:11). El problema está en la actitud y el compromiso que tomes para cumplirla.
Jesús comparó el efecto de la palabra de Dios sobre las personas con el resultado de un sembrador, que saliendo al campo esparce las semillas por toda la tierra de manera igualitaria; no obstante, el crecimiento de éstas dependen de la condición del terreno donde hayan caído y de los factores externos que la acompañen en su proceso de crecimiento.
Así también sucede con el ser humano.
En Mateo, capítulo 13, Jesús señala cuatro resultados del mensaje de salvación, arrepentimiento y perdón que riegan los mensajeros.
El primero es escuchar la palabra del reino y no entenderla, ya que dice el versículo 19, que cuando esto sucede viene el malo, a través de una circunstancia o una persona, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón.
A quien le sucede esto viene a ser como la semilla sembrada junto al camino, que vienen las aves y se las comen.
El segundo procede del que oye la palabra y la acepta con gozo, pero al no profundizar en ella, no buscar más de Dios, viene a ser como la semilla que cae en pedregales y no echa raíz. Al no tener profundidad, cuando viene la aflicción o la persecución por causa de la palabra, tropieza y se aparta.
El tercer caso puede que sea el más común, y es comparado por Jesús con la semilla que cae entre los espinos. Estas son aquellas personas que oyen el mensaje de salvación, pero el afán de este siglo, y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa. Por eso abundan los que dicen que quisieran ir a la iglesia, orar y leer la Biblia, pero no tienen tiempo. Pero el cuarto grupo de personas corresponde a las que escuchan la palabra de Dios, la entienden y la aplican.
Estas son las semillas que caen en buena tierra, por lo tanto, florecen, dan frutos y se multiplican al cien, a sesenta, y a treinta por uno. Así que la semilla te ha sido plantada, depende de ti definir tu tipo de terreno.