Soñar no cuesta nada, sin embargo, cuando esos sueños no se materializan dejan un sabor amargo y una experiencia que hay que valorar en toda su dimensión, porque estás ante una realidad que debes superar en un futuro, tras analizar tus debilidades y fortalezas.
Esa ha sido la realidad a la que la República Dominicana le puede sacar mucho provecho tras su participación en el torneo Preolímpico de Baloncesto, donde demostró su real capacidad ante equipos de mayor o menor calidad.
Y no debe quedar un sabor amargo, porque se realizó todo el esfuerzo, comenzando los jugadores, técnicos y el grupo de oficina que se armó de valor para llevarlos hasta esa etapa, que envidian muchos países con más recursos económicos y otro tipo.
Donde se debe trabajar con más ahínco es en lo sicológico, porque frente a equipos de mayor potencialidad, el seleccionado no realizó su juego acostumbrado, notándose un equipo fuera de ritmo y con una muy baja productividad ofensiva, en los choques ante Serbia e Italia.
Reitero que en vez de bajar la cabeza, la debemos poner en alto, porque es una demostración más de que se puede llegar más lejos en una próxima oportunidad.
Por lo tanto, hay que seguir soñando y apostar a una mejor preparación y concentrarse desde ya en las ventanas clasificatorias al Mundial de Baloncesto 2023, que comienzan en noviembre de este mismo año.
Un punto de importancia vital para lograr mejores resultados competitivos es comenzar desde ahora a alimentar y convencer a muchos de nuestros mejores jugadores para que se integren a la selección, utilizando quizá como arma principal, el llamado orgullo patrio que, definitivamente, todos llevan con mucho orgullo.