Los seguidores de Boston Celtics están incrédulos, boquiabiertos, con la caída sufrida, en su casa, en el séptimo partido de la final de la Conferencia del Este ante los Cavaliers, que en ese choque decisivo no contaron con el estelar Kevin Love.
La ventaja que ofrece la casa, donde los Celtics estaban invictos en 10 salidas, era el factor que más pesaba en ese encuentro.
Hasta los más enconados seguidores de los Cavaliers entendían que había que hacer de “tripas corazón”, o tener la suerte del canguro, para lograr el triunfo ante una situación que a todas luces era desfavorable.
LeBron James, argumentaban, no podría solo con una maquinaria que “aceitada” era imbatible en su propia casa durante todo el trayecto.
Pero cuán equivocados estaban los que sostuvieron esa teoría, porque James se convirtió una vez más en un poder incontrolable para sus “enemigos”, que jamás pensaron que se podían realizar jugadas que dejaron perplejos a jugadores y fanáticos, incluso de los propios Cavs.
Durante toda la serie LeBron demostró que está en capacidad de hacerlo todo, sin importar el agotamiento, porque no es fácil para ningún atleta mantenerse todo el tiempo en el tabloncillo, como actor principal.
Sencillamente, como reza un refrán popular: “hay que sacarle su comida aparte”.
Para muchos analistas, cualquiera de los dos equipos que anoche disputaban su pase a la final en la conferencia Oeste (Rockets y Warriors) es superior a los Cavs.
Esa apreciación puede ser cierta, pero pelear con LeBron no es tarea fácil, y quizá por eso muchos les dan oportunidad a los Cavs en la final.
En la serie pasada hay que destacar el excelente trabajo del dominicano Al Horford, jugador concliador y sumamente inteligente.