Es mentira que la presencia haitiana ha aumentado significativamente. Sí subió a niveles propagandísticos el bombardeo mediático, especialmente por redes sociales, de fotos, videos, citas y datos, algunos espurios, sobre cómo la inmigración ilegal haitiana nos perjudica.
Atizar bastos sentimientos nacionalistas, propio de patrioteros y no de patriotas, nos perjudica a todos. La patria se construye mejorando sus fundamentos, que son la Ley y una comunidad de propósito o idea de futuro mejor con justicia social y colaboración.
Realmente los haitianos están –desde hace muchísimo— jodiendo demasiado; nos desacreditan e invaden; bloquean el comercio. Vienen a “sufrir”: agotando el presupuesto de hospitales, depredando bosques y ríos, ejerciendo costumbres anti-higiénicas (¡porque lo permitimos! En Miami no se atreven!).
Pero también recogen casi todo el café, cacao, arroz, habichuelas, tomates, plátanos; construyen el Metro, calles, carreteras, escuelas (empleados por el gobierno), condominios, casas; son guachimanes, cocineros, jardineros…
Deprimen el precio del trabajo. Pensar profunda y fríamente sobre nuestro interés requiere voluntad, civilidad y legalidad, no barbaridades abusivas como las propias del inviable vecino.