Digo que es importante saber lo que hacen los historiadores cuando hacen historia. ¿Cuál es la materia que les ocupa si pretende hacer ciencia? ¿Cómo evitan ser narradores a la usanza literaria? ¿Cómo escapan de sus propias concepciones ideológicas para alcanzar la anhelada objetividad? Kant en su momento asumió la tarea de cuestionar la metafísica como ciencia y gracias a ello abrió el espacio del pensamiento crítico, sin importar los resultados de su tarea.
El pensamiento francés del siglo XX debatió el tema de las condiciones de la historia como ciencia hasta tal grado que estas breves líneas resultan simples. Pero el uso, casi asqueante, que hoy hacemos de la historia dominicana para justificar xenofobias, desprecio por el quehacer de los pobres y ambiciones políticas corruptas, amerita pensar el tema.
Y no es un asunto únicamente de la historia, la economía también yerra al suponer que con la econometría logra objetividad, como si los números fueran un asidero a lo real.
De los textos últimamente publicados únicamente el libro de Pablo Mella, Los espejos de Duarte, merece ser reconocido por su intensidad critica, por su esfuerzo de podar la maleza que arropa los discursos en torno a Duarte.
Cuáles testimonios son válidos y cuál es la forma correcta de interpretarlos. Qué modelo social sirve de marco para ubicar los textos y las interpretaciones.
Cuáles utopías laten en la proyección de las interpretaciones de nuestros historiadores. Contestar esas preguntas nos acercan a la historia como ciencia. Y lejos están de la chercha historicista.