Me irrita que un puñadito de políticos sin votos ni esperanzas se aferren como niguas al tema haitiano, cuqueando con la cantaleta de “¡fusionista!” contra todo el que no comparta su terrorífica idea de una conspiración internacional para fuñirnos o una concertada “invasión” por parte de los vecinos del Oeste.
Ese patrioterismo es irritante porque busca apretar botones sentimentales cuando nuestra república requiere más serenidad que nunca para lidiar inteligente y decisivamente con las múltiples cananas haitianas.
Está demostrada suficientemente la inviabilidad de Haití, que no es una nación ni un estado, sino un territorio tan desorganizado que carece hasta de registro civil.
El interlocutor válido para la República Dominicana discutir cuánto nos perjudica el fracaso e involución incesante de Haití, debe ser su élite de políticamente incapaces y desalmados millonarios que desangran su tierra sin reinvertir o devolver nada.
Ese puñado de riquísimas familias indolentes debe ser denunciado y expuesto como son casi todos: irresponsables, rapaces, insaciables…
Necesitamos serenidad, legalidad, amor por nuestra patria, ¡no odios! ¡Qué fusión ni fusión!