Familiares de niños y adultos dominicanos que padecen de las denominadas enfermedades catastróficas (así llamadas por su nocivo doble efecto de matar al enfermo y a la vez dejar en la quiebra económica a la familia) denuncian con frecuencia que sus enfermos están muriendo a diario porque no reciben sus respectivos tratamientos de manera oportuna, debido a la falta de esas medicinas.
La situación podría obedecer a carencias a partir la decisión del «Gobierno del Cambio» traspasar a PREMESE la adquisición de esos fármacos, lo que ha provocado escases y el deterioro del Programa de Medicamentos de Alto Costo y Ayudas Médicas del Ministerio de Salud Pública, todo por no dar continuidad a las políticas de gobiernos anteriores.
Es que por más suplidores que liciten, en atención a su exclusividad en la comercialización de ciertas sustancias, éstos lo harán siempre sobre las bases de precios en extremo ventajosos para ellos. Sin embargo, con las sustancias de alto costo que sí dispone el Sistema COMISCA se puede perfectamente evitar estas carencias.
Las políticas que antes se diseñaron y aplicaron consistían en suplir a ese programa mediante compras a precios de producción a escala; es decir, a través del Sistema de Integración Regional de los países que conforman la Comisión de Ministros de Salud de Centroamérica y el Caribe (COMISCA) al que también ingresó y llegó a presidir la República Dominicana.
Mediante ese modelo de compras y suministros los países miembros se unen para adquirir en bloque y directamente de los productores los medicamentos de alto costo que necesitan, en función de la cantidad de pacientes beneficiarios que figuran en sus respectivas bases de datos, más un pequeño excedente preventivo.
La resultante de ese modelo de compras consiste en que reduce desde 30% hasta 60% los precios de los medicamentos de alto costo y a la vez, mientras tuve vínculos con el Programa a través de la Dirección de Comunicación Estratégica del Ministerio, pude constatar que se propiciaba un excelente inventario de los mismos, con lo que unido a la buena práctica de mantener comunicación, seguimiento y actualización permanente con los beneficiarios del Programa a través de encuentros evaluativos constantes cuando era gestionado por la Dra. Gisselle Vásquez (EPD) se optimizaba su rendimiento y se agilizaba la entrega, la cual llegó a ser, en proporción, de tres pacientes por cada uno de los que antes de implementar el modelo recibían el tratamiento.
No se sabría entonces, hasta qué punto sea aceptable una de las excusas que actualmente se esgrimen como pretendida «justificación» del retraso de los embarques por efecto de la escases y encarecimiento de los fletes a consecuencia de la pandemia, pues entonces habría que admitir una grave deficiencia e infuncionalidad gerencial y falta de solidaridad de la autoridad estatal como garante de la salud colectiva, esencialmente en un renglón que, como el que nos ocupa, no permite espera, pues se trata de pacientes con enfermedades y procesos complejos y de alto costo.
Ese modelo al que se hace referencia en estas notas lo gestionaba el ente rector de la salud a través de la Dirección Técnica del Programa, creada por la entonces ministra de Salud, Dra. Altagracia Guzmán Marcelino, para lo cual se elaboró un protocolo de funcionamiento muy pre-claro. En adición el programa era totalmente escrutado por la representación local de la Organización Panamericana de la Salud, la oficina local de la USAID, representantes del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y otros organismos de la cooperación internacional, con lo que se redujo a cero la posibilidad de que alguien cometiera alguna indelicadeza.
Así las cosas, entonces se reputa innecesario que, sin afectar la seguridad del tratamiento para la vida de miles de pacientes, se desmontara el mecanismo COMISCA de compras ni que se agregara esa delicada responsabilidad a una institución que, como el Programa de Medicamentos Esenciales/Centro de Apoyo Logístico (PROMESE/Cal) con las que ya tiene asignadas, suele reflejar determinados niveles de hipertrofia.
Lo cierto, empero, es que para gestionar con niveles aceptables de eficiencia el Programa de Medicamentos de Alto Costo se requiere de la confluencia perfecta de variables en la que no pueden ni deben faltar la óptima especialización, una excelente organización, alta sensibilidad humana y un gran enfoque en el compromiso social.
Una muestra fehaciente de estas últimas menciones es la disposición adoptada por la entonces ministra Guzmán Marcelino de instalar puestos de entrega y aplicación de los medicamentos en diferentes hospitales del Gran Santo Domingo y varias provincias, a los fines de evitar que los pacientes se descompensaran por efecto del desplazamiento, el congestionamiento y largo tiempo de espera para recibir su tratamiento.
Del mismo modo, se les evitaba tener que incurrir en gastos de bolsillo por su traslado de lugar y pago por alimentación y alojamiento, así como por el pago a particulares para que les aplicaran dicho tratamiento. Todo eso, aparte de que la medida de aplicarse los medicamentos en el puesto de entrega, garantizaba la óptima preservación y efectividad de esas sustancias tan delicadas.