El Mercosur, según parece, ahora está a la espera de una respuesta del gobierno venezolano para una instancia de diálogo, dentro de lo previsto en el Protocolo de Ushuaia ( cláusula democrática), y en el que además debería participar la Asamblea Nacional Legislativa venezolana.
Que esperen sentados.
Nicolás Maduro en estos días está en otras cosas y no en ocuparse del Mercosur, en donde, además, cuenta con la efectiva defensa del gobierno de izquierda uruguayo que encabeza Tabaré Vázquez.
Y eso es así.
Frente a la definida posición paraguaya, cuyo canciller Eladio Loizaga no va con eufemismo (“en Venezuela hay una ruptura del proceso democrático (con) violación de los derechos humanos, de la libertad de expresión, de manifestación..”) y la firme línea de Argentina y Brasil en ese mismo sentido, Vázquez igual consiguió que en la reciente reunión cumbre de Mendoza no se condenara al régimen de Maduro, el que ya lleva 103 muertos y mete preso hasta aquellos jueces que se han hartado de ser obedientes y pusilánimes.
La declaración no condena y , por supuesto, llama al diálogo, al fin de la violencia, a que no haya presos y en fin, solo le faltó incluir que más vale ser rico y sano que pobre y enfermo. Hasta el Papa Francisco I la firmaría.
Para Vázquez lo de Venezuela se trata de una “democracia autoritaria”, de una democracia “a la que no estamos acostumbrados”, pero en la que funcionan normalmente (?) los tres poderes”. Y así lo ha dicho y sostenido, ignorando incluso que en Venezuela hay cinco poderes (cosas de la Constitución chavista)
Pero con esos argumentos, y el de la no intervención, Vázquez y la izquierda uruguaya (el Frente Amplio) han sido la salvación de Venezuela.
Por lo menos dentro del Mercosur: han impedido que lo echen, y han conseguido que las declaraciones no sean tan duras.
Resulta casi increíble que enarbolen el principio de no intervención en defensa de un gobierno y un país que ingresó al Mercosur por la ventana, como consecuencia de una de las mayores intervenciones en asuntos interno de un país (Paraguay), perpetrada por los entonces presidentes Cristina Kirchner de Argentina, Dilma Rousseff de Brasil y José Mujica de Uruguay.
Estos, pese al esfuerzo que realizaron, no pudieron, sin embargo, reponer al presidente Fernando Lugo, enjuiciado y destituido por el Senado, de la mismo forma que fracasó el entonces canciller de Chávez, Nicolás Maduro, en convencer a los generales paraguayos a que desconocieran la decisión legislativa. (Y Vázquez habla de no intervención para defender a Maduro; suena a burla).
Pero aquellos tres mosqueteros – Cristina, Dilma y el Pepe- se dieron el gusto y suspendieron a Paraguay al mismo tiempo que abrieron la puerta de atrás para que el comandante Chávez ingresara al Mercosur. Todo un proceso muy vergonzoso.
A Venezuela le duró poco, ya está suspendida, – que menos- pero debería estar echada. Esto es lo que sostiene Paraguay y no difieren mucho en ello los gobiernos de Argentina y Brasil.
¿ Qué pasó? Se esperaba que en esta instancia el Mercosur continuara en la vanguardia por la restauración de la democracia en Venezuela.
¿ Tanto es el peso de Uruguay?
No es eso. Me lo explicó un diplomático que estuvo en Mendoza. Ni Argentina ni Brasil tienen dudas sobre Venezuela, el problema es de tiempo y prioridades.
Condenar de una vez por todas al gobierno venezolano implica asumir una actitud más beligerante en procura de una salida democrática (es decir: la caída de Maduro y del chavismo).
Hacerlo requiere atención, sin dudas, y el hecho es que Michel Temer hoy está concentrado en cómo seguir en la Presidencia en Brasil, y Mauricio Macri , por su lado, en cómo ganarle a Cristina Kirchner en las elecciones legislativas de octubre próximo.
Bendice el Papa, amaga la UE, calla el Mercosur, pelea, como puede el Secretario de la OEA y Maduro, al mejor estilo de su colega de Siria, arrasa con todo.
Y mientras tanto se está a la espera. ¿A
la espera de qué?