El Buda decía que hay «ciertas cosas que son impensables» y que si la gente trata de pensar mucho en ellas, «nunca las va a poder resolver».
«Una de ellas es tratar de entender la ley del kamma o karma, otra es especular acerca del origen del universo, si fue creado o no», le dice a BBC Mundo el monje budista Bhikkhu Nandisena.
Kamma es el término en pali, la lengua emparentada con el sánscrito en la que se expresaba el Buda, y karma en sánscrito.
Al popularizarse el budismo, muchos estudiosos empezaron a usar el sánscrito, aunque el Buda no lo utilizara, aclara Nandisena, quien forma parte del Instituto de Estudios Buddhistas Hispano (IEBH) de México.
El concepto forma parte del descubrimiento de la «realidad última» que hizo el Buda, una realidad «inefable», diferenciada de la realidad convencional.
El del karma, como el de la reencarnación, son, pues, conceptos complejos de abordar. A lo que se suma que en el budismo y el hinduismo hay varias escuelas y tradiciones.
En BBC Mundo los exploramos con ayuda de dos estudiosos de las mismas.
En el budismo
Siddhartha Gautama, el Buda, nació hace 2.500 años en una familia real en lo que actualmente es Nepal.
Abandonó una vida de privilegios y lujos y se adentró en un proceso de profunda transformación espiritual que le tomó varios años.
Se calcula que el budismo tiene hoy más de 370 millones de seguidores en todo el mundo y existen varias escuelas, entre ellas la Theravada, a la que pertenece Nandisena.
El monje explica que, de acuerdo con el Buda, hay tres puertas de acción: el cuerpo, el lenguaje y la mente.
«A través del lenguaje y del cuerpo interactuamos con los demás y podemos hacer acciones buenas o causar daño y sufrimiento a otros seres sintientes».
La de la mente es una puerta privada, que lidera al cuerpo y al lenguaje.
«Por eso la parte de la ética en el budismo tiene que ver con las puertas del cuerpo y del lenguaje, que son las puertas, diríamos, públicas», señala el monje.
«Cada vez que realizamos una acción a través de la puerta del cuerpo o la puerta del lenguaje o la puerta de la mente, generamos lo que se denomina el kamma».
La potencialidad
El Buda dijo que «billones de momentos de conciencia surgen y cesan» en un parpadeo.
«Imagínese que en una acción verbal o una acción corporal, que puede durar un periodo de tiempo determinado, están involucrados billones de momentos de conciencia que son los que, en nuestro estado mental, nos impulsan a llevarla a cabo», dice el experto.
«Cada momento de esos es lo que podríamos llamar una unidad de kamma o una unidad kámmica y técnicamente hablando eso es el kamma».
«Nosotros le llamamos voliciones y, de acuerdo con el descubrimiento del Buda, cada uno de esos estados volitivos que acompañan a las acciones genera una potencialidad».
Es decir, cada vez que decimos, hacemos o pensamos algo, hay una intencionalidad y generamos una potencialidad.
Cuando ejecutamos una acción, por ejemplo de generosidad, compasión o que daña a otros seres, se produce una potencialidad en nuestra continuidad.
«Esa potencialidad permanece como tal hasta que se dan las circunstancias o condiciones para que produzca un resultado».
Es por eso que los textos hablan del kamma «asincrónico», porque el efecto de la acción puede darse en diferido, y puede además ser mental o material.
La reconexión
El monje señala que hay ciertas propiedades o fenómenos materiales que son la base de las conciencias que tenemos.
«Cada uno de nosotros tiene seis tipos de conciencia diferentes: la conciencia del ojo, la del oído, la de la nariz, la de la lengua, la del tacto y la de la mente, y todas dependen, para poder surgir, de propiedades materiales».
Cuando desaparecen esas propiedades materiales, ocurre la muerte.
Pero la conciencia mental, como tiene «condiciones previas», sigue un proceso inmediatamente después de la muerte y está vinculado con el surgimiento de la vida.
«De acuerdo con el budismo, en el momento en que el espermatozoide y el óvulo se unen, hay una implantación externa, aparte de la materia del padre y de la madre, que es lo que nosotros llamamos la reconexión«.
Es en ese momento cuando surge «el soporte de la conciencia», a partir de cuya evolución se desarrollan las distintas facultades sensoriales.
«No usamos el término reencarnación porque literalmente no hay nada que pase de un momento a otro. Hay una continuidad, pero no hay una identidad. No hay nada de la conciencia anterior que se transmita como una esencia a la conciencia siguiente».
Para explicarlo, me invita a hacerme una pregunta: «¿Es usted la misma de cuando era niña?»
«Si a mí me lo preguntan, digo: no soy el mismo, pero tampoco soy otro. Si no fuera por ese niño, no estaría ahora aquí», dice.
Aunque reconoce que algunas ramas del budismo utilizan el término reencarnación, aclara: «Nosotros técnicamente usamos el término reconexión, que es la traducción directa del pali. Quizás usar renacimiento es un poco más entendible«.
Las acciones como progenitoras
De acuerdo con el monje Nandisena, el Buda dijo que «los seres son propietarios de sus acciones y que las acciones son sus progenitores», porque se requieren tres condiciones para tener una reconexión humana:
- Unión del padre y la madre
- Que sea el periodo de fertilidad de la madre
- La fuerza kammica del ser que va a reconectar
La tercera es fundamental, dice. «Nosotros tenemos en nuestros textos cosas que son increíbles, reconexiones sin la primera o la segunda condición«.
Por eso, el Buda dice que los seres tienen el kamma como sus progenitores. Y es que «cuando hablamos de la reconexión, estamos hablando del efecto del kamma».
En la actualidad, señala, mucha gente habla del karma para referirse a los resultados: «Es mi karma, me pasó esto».
«Pero en realidad el karma es literalmente la acción y la relación entre esa acción y su resultado es lo que se denomina ley del kamma o karma«.
«Podemos entender la ley del kamma desde el punto de vista de nuestra responsabilidad en las acciones, la parte activa; o sea, que cuando uno hace algo malo, uno es responsable de causar daño a otro ser», reflexiona el estudioso.
«Esa parte de la ley del kamma con relación a la causa no es tan difícil de entender, lo que es difícil de entender es la relación entre la causa y el efecto», apunta.
«Cuando a uno le ocurre algo: ¿cómo establecer un link entre el efecto y la causa? Eso es imposible, pero aún así, el Buda dice que como nosotros somos propietarios de las acciones, también somos propietarios de lo que nos pasa.
Esa es la parte más difícil de aceptar de la ley del kamma y de acuerdo con las enseñanzas del Buda, eso es lo que se llama el Recto entendimiento».
En el hinduismo
Inevitable es la muerte de todo lo que nace, inevitable es el nacimiento de todo lo que muere. Entonces, en un asunto que nadie puede prevenir, no te aflijas
Bhagavad Gita , texto sagrado del hinduismo
«Dentro de las corrientes mayores de la filosofía y del pensamiento indio antiguo, hay un consenso absoluto sobre la existencia de la reencarnación y el karma», le dice a BBC Mundo Óscar Pujol, sanscritista, doctor en Filología Sánscrita por la Universidad Hindú de Benarés (India) y director del Instituto Cervantes de Nueva Delhi.
«Es curioso cómo en la India antigua esto es tan obvio que casi no necesita ni demostración», explica el autor.
Se estima que más de 900 millones de personas en todo el mundo siguen el hinduismo, la religión de la mayoría en India y Nepal.
«A diferencia de la mayoría de las otras religiones, el hinduismo no tiene un único fundador, ni una sola escritura ni un conjunto de enseñanzas comúnmente acordadas», indica la unidad especializada en religiones de la BBC.
En cierto modo, es «la religión viva más antigua del mundo» o al menos sus elementos se remontan a muchos miles de años.
Se originó alrededor del valle del Indo, en la actual Pakistán, y se ha asociado conceptual e históricamente con otras religiones como el jainismo, el budismo y el sijismo.
Muchos estudiosos se refieren al hinduismo como «una forma de vida» o «una familia de religiones» en vez de una sola religión.
Una ley básica
Pujol explica que el karma, desde la perspectiva hinduista, es una especie de ley «propia del mundo material», del mundo de los cuerpos, la materia, haciendo referencia a que vivimos en un mundo caracterizado por la dualidad.
«Lo ha dicho mucha gente: es como el concepto de gravedad en nuestra física».
«El karma es algo tan simple como la ley de causa y efecto: hay una causa, produce un efecto que a su vez se convierte en causa de otro efecto».
Y esa cadena continua de causas y efectos es lo que constituye «la existencia del universo y del ser humano».
Pero también tiene una dimensión moral, apunta el experto, porque implica que cada acción del ser humano «tendrá una consecuencia«.
«Por lo tanto, una acción positiva tendrá un resultado positivo y una acción negativa tendrá un resultado negativo. Así de simple».
El cuerpo sutil
Pujol explica que el concepto de karma se relaciona con la idea de que el ser humano tiene tres cuerpos.
«Pero me enfocaré solamente en dos de ellos: uno que todos vemos, el material, y un cuerpo sutil».
Y esto es clave —advierte— para entender la teoría de la reencarnación.
Siguiendo la escuela Vedanta, el cuerpo sutil tiene 17 partes:
- Los 5 sentidos de percepción
- Las 5 capacidades de acción (relacionadas con el movimiento)
- Los 5 aires vitales (los que hacen funcionar la circulación y la respiración)
- La mente
- El intelecto
El cuerpo sutil es «en cierta manera una especie de alma», aunque —aclara— no es todo el cuerpo sutil el que se reencarna, sino sólo una parte.
«El resultado de cada acción que un ser humano hace con su cuerpo físico y con su cuerpo sutil, que básicamente es la mente, los sentidos, se graba en la mente, y el mérito y el demérito producen un tipo de energía que es el karma propiamente dicho».
De esa manera, esa energía «queda almacenada en la mente y es la que produce la reencarnación».
«Esta parte del cuerpo sutil, que se reencarna con la muerte, es la que se convierte en lo que los actos buenos o malos determinen».
La muerte
Cuando una persona fallece, indica el experto, «se repliegan las distintas potencias» que tiene:
«Se muere la parte física, luego se repliegan los sentidos dentro de la mente, se repliegan los aires vitales, hasta que queda sólo la parte del cuerpo sutil que se va a reencarnar».
El intelecto (no la mente) junto con el depósito kármico, el citta, es lo que va a emigrar a otro cuerpo.
«El citta es como la parte en que están grabadas todas las acciones que hemos ejecutado en la vida. Es como el disco duro, ahí está almacenado todo«.
Para comprender un poco mejor la teoría —dice el investigador— es importante saber que, desde el punto de vista de la escuela Vedanta, la mente está formada por cuatro componentes»:
- El intelecto, que es la capacidad de conocer.
- Una especie de «procesador» que «no es capaz de conocer, es una parte mecánica que se dedica a ordenar los datos que les proporcionan los sentidos a la mente y a organizar los datos de la memoria, para luego presentarlos al intelecto».
- El sentido del yo, que hace que tengamos una identidad propia. «Atribuye todos los pensamientos y las percepciones a un yo individualizado».
- El citta, que es «el depósito donde se graban todas las acciones y donde están todas las impresiones latentes».
Y ese es otro concepto fundamental para comprender el proceso de reencarnación.
Las impresiones latentes
El sentido del yo no se reencarna, explica el especialista.
«Por eso en la nueva vida no sabemos quiénes éramos antes. Hemos perdido nuestro sentido del yo anterior».
En ese proceso también «se queda» la parte de la mente entendida como el procesador de datos que nos permite conocer y percibir el mundo.
«Una impresión latente es lo que se produce en la mente cuando tenemos una percepción y es la materia prima del recuerdo. Por eso, nuestra mente está formada por infinitud de impresiones latentes, que pueden ser modificadas según la experiencia».
Esas impresiones «son las que determinan finalmente la reencarnación: si el karma es bueno, están cargadas positivamente, y si es malo están cargadas negativamente».
El autor aclara que tanto el karma bueno como el malo deben ser «rechazados y abandonados», porque «nos encadenamos tanto a lo bueno como lo malo«.
«Tanto las buenas como las malas acciones nos encadenan y para liberarnos tenemos que superar tanto el karma bueno como el karma malo mediante el karma yoga».
Se trata de una práctica hinduista que implica servir desinteresadamente a los demás.
¿Cuántas veces se reencarna?
Aunque hay muchas ideas al respecto, explica Pujol, «normalmente se admite que uno puede reencarnarse en cualquier tipo de ser, no necesariamente humano».
Y el ciclo es «infinito«.
Como es una ley «tan ineluctable, la gran obsesión de la literatura sánscrita del pensamiento antiguo precisamente es como liberarse del karma».
Así surgió lo que el experto llama la ciencia de la liberación: ¿cómo liberarnos de este karma?
«Y es posible, pero muy difícil porque vivimos presos de la ignorancia y vencer esa ignorancia esencial es muy complicado», explica.
«Es algo que a la mayoría de gente ni le interesa, porque nosotros vivimos en el mundo de la dualidad, el mundo del karma».
«El karma es el destino. Pero en el sentido profundamente moral dice que tú eres dueño de lo que te va a pasar en el futuro si actúas ahora en consecuencia.
«Y si tu karma es siempre positivo, te esperan sólo renacimientos positivos, y que toda acción que hagas, te pillen o no, aunque hagas una mala acción y te salga bien, las consecuencias negativas estarán allí ineluctablemente en tu vida».
Aunque —reflexiona el experto— en algunos aspectos puede parecer «un poco cruel al considerar el mal en el mundo», en otros, tiene este aspecto «profundamente ético y liberador: somos dueños de nuestro destino».