“¿Qué dice el forense? Una curiosa sinopsis de ciertas quisicosas y peculiaridades y técnicas de la medicina legal y forense”, de Fernando A. Verdú Pascual (Valencia, 1989), profesional de la medicina legal de la Universitat de Valencia, es el verdadero libro sobre el desempeño de los actos propios para ciertas respectivas profesiones (policías, fiscales, jueces y abogados) que se enfrentan a hechos y situaciones, cuya cabal comprensión son `ineluctables` del auxilio de la medicina legal; es por eso que debe existir el forense, sus instrumentos idóneos de diagnóstico, los medios rigurosos que le facilite la tarea.
Otra obra suya, muy importante, es “Diagnóstico de la muerte. Diligencia y caución para evitar injustificables yerros” (2015). Fernando Verdú Pascual posee una cátedra de Medicina Legal y Forense y Ética y Deontología Médica, en la Facultad de Medicina de la Universitat de València.
Su importancia para el caso de la joven Esmeralda Richiez nos debe servir para reflexionar acerca del quehacer del forense, las diligencias practicadas por los médicos forenses, en la que no puede faltar las observaciones científicas, los exámenes externo e interno del cadáver, el diagnóstico anatómico, pero tampoco los exámenes toxicológicos. Y lo más importante, el dictamen médico, para los jueces y fiscales, juristas y policías, que pretende hacer comprensible sus conclusiones.
Dado que se ha vuelto común la frase ¿Qué dice el forense?, recordaremos un caso algo parecido, en el que trabajó el mismo profesor Verdú Pascual: el código de investigación fue “Crimen de Alcácer”, acaecido el 13 de noviembre de 1992, en el municipio valenciano de Alcácer, España. Tres niñas murieron en un caso que contenía secuestro, violación, tortura y asesinato. Empezó cuando se dirigían a una discoteca haciendo “autoestop” de la vecina localidad de Picasent (el mismo parecido del caso Esmeralda, cuando regresaba a su casa, aunque todos sabían, de dónde y con quién).
En ambos casos, la instrucción fue cuestionada por la comunidad, por los padres; a falta de testigos oculares, los testimonios más verosímiles fueron aquellos que describían los posibles eventos durante el trayecto, hasta que deviene el deceso, o como el caso que citamos, se encuentran los cuerpos. Y como se sabe, estos son trasladados al Cuerpo Médico-Forense.
Fernando Verdú Pascual realizó dicho estudio forense, que se llevó ocho horas, con 6 forenses más, y el informe derivado de estas autopsias fue remitido al Juzgado tres meses después. Por requerimiento de las familias, se realiza una segunda autopsia. Esta es más minuciosa, deben estar presentes observadores forenses, es por eso que hay un momento preciso para entregar los cuerpos.
El forense responsable de la segunda autopsia, argumentó que “los forenses valencianos procedieron de forma incorrecta en la primera autopsia y les acusó de haber provocado una pérdida de pruebas que podrían haber sido clave en la identificación de todos los posibles asesinos”. Su nombre es Luis Frontela, portavoz de los forenses que concluyó diciendo: «una autopsia significa ‘yo veo’ y eso está reñido con el ‘yo imagino’».
¿Qué dice el forense? Se equivocó el profesor Verdú; no si se capta que los errores son la primera verdad del forense.
En fin, esperamos que estas narraciones hayan mostrado cómo es la actividad de los forenses, que requiere incesantes avances, no debe generar temores o desconfianzas a la población. Los desafíos para la medicina forense dominicana no sólo están en las autopsias judiciales, que debe practicarse en el Inacif, o por imperativo de la ley, sino en las falencias del mismo organismo.