La cooperación con los Estados Unidos en el combate al narcotráfico está en un apogeo que merece resaltarse con la esperanza de que continúe.
Países con débiles instituciones y su Justicia comprometida, difícilmente pueden por sí mismos enfrentar exitosamente la insidiosa penetración de las mafias dedicadas al contrabando de drogas y el lavado de activos.
La cooperación bilateral, empero, muchas veces deja a la opinión pública insatisfecha cuando se atribuye a personas sin aparente sofisticación ser los cabecillas o capos de enormes organizaciones, sin que aparezcan los cómplices imprescindibles dentro de estamentos oficiales.
Similarmente ocurre en los Estados Unidos, que sólo muy esporádicamente cae algún gran capo y siempre resulta ser extranjero, sin aparentes cómplices entre las autoridades gringas.
Sin embargo, en lo que se legalizan algunas drogas y se reordena el mercado, no se puede cesar el combate, no sólo por la cuestión de salud pública, sino que la putrefacción institucional que corroe las bases de la sociedad es una grave amenaza a la seguridad nacional. Basta ver a Haití…