BARCELONA. – Destituido por el gobierno español y reclamado por la justicia, Carles Puigdemont se presenta ahora en Bruselas como el presidente catalán en el exilio, suscitando entre los catalanes desconcierto y tanta división como la independencia.
Unos creen que su ida a Bélgica cuando la justicia estrechaba el cerco en torno al gobierno independentista catalán fue improvisada, y otros que responde a una estrategia astuta.
En Barcelona, los analistas políticos reconocen su perplejidad, como Joan Botella: «Puigdemont sorprendió muchísimo con su fuga a Bélgica y su comportamiento imprevisible».
En apenas una semana, Cataluña vivió una proclamación de independencia sin ningún efecto, su tutela inmediata por el gobierno español de Mariano Rajoy, el viaje de su presidente destituido y el encarcelamiento de los miembros de su gobierno que no acompañaron a Puigdemont a Bélgica.
En un video difundido el jueves por la noche, este ex periodista de 54 años hizo un llamamiento a los catalanes, afirmando que les esperaba una «represión larga y feroz» y que debían resistir «sin violencia».
Objeto de una orden europea de busca y captura desde el viernes, corre el riesgo de seguir el mismo camino que sus consejeros por «sedición, rebelión y malversación», acusado por la fiscalía de haber alentado «un movimiento de insurrección activa» para alcanzar la independencia.
El presidente destituido dio marcha atrás a una vieja promesa y se mostró dispuesto a ser candidato por su partido, el PDeCAT, en las elecciones regionales del 21 de diciembre, convocadas por el gobierno de Rajoy para normalizar la situación.
De momento, puede usar «el altavoz que supone estar en la capital» de la Unión Europea, en sus propias palabras, para cuestionar lo que él considera encarcelamientos «políticos», aunque en el partido de Rajoy le acusan simplemente de «cobardía».
– ‘Se fue sin pagar las gambas’
El hombre de cabello espeso y oscuro al estilo Beatles es ahora la cara de un independentismo catalán heterogéneo, con elementos conservadores y de extrema izquierda, que logró el 47,7% de los votos en las elecciones regionales de 2015.
En enero de 2016, era alcalde de Gerona (98.000 habitantes) y diputado catalán cuando fue llamado por sorpresa a presidir el gobierno regional como figura aceptada por todos los sectores secesionistas y a materializar el mandato de hacer realidad la independencia.
En su propio campo, los más moderados le pidieron que frenara el proceso para evitar la colisión con el gobierno central.
Y el 26 de octubre muchos creían que iba a convocar elecciones regionales, pero tras horas de incertidumbre renunció a ello argumentando que no había recibido suficientes garantías de Rajoy de que así renunciaría a intervenir la administración catalana.
Luego, aceptó que su partido participara en las elecciones del 21 de diciembre… convocadas por Rajoy.
«Siempre se arrepentirá de no haber convocado a las urnas» él mismo, estimó entonces el periodista Enric Juliana en un artículo en el diario barcelonés La Vanguardia, sosteniendo que «no soportó que le llamasen traidor en Twitter». En efecto, estaba sometido a todo tipo de presiones en su campo, que no tenía más que una frágil mayoría parlamentaria.
Luego llegó la proclamación de la independencia, el 27 de octubre, y la sorpresa de que no ocurriera nada, como si no hubiera plan para el primer día.
Él argumentó que había elegido «la estrategia de la no confrontación» para evitar la violencia cuando el gobierno central asumiera el control del territorio.
Una parte de los catalanes le reprocha haber actuado a espaldas de la mitad de la región que nunca quiso la secesión, y de haber puesto seriamente en peligro la economía, con más de 2.000 empresas trasladando su sede social fuera desde primeros de octubre por la crisis política.
«Puigdemont se fue sin pagar las gambas: no es lógico que proclame una cosa y desaparezca por miedo de las consecuencias», dijo Santiago Bronchales, un empleado de una destilería de 39 años, opuesto a la independencia, mientras un amigo que le acompañaba lo tildaba simplemente de «payaso».
Otros le consideran «el presidente catalán legítimo» y destacan su fidelidad a la causa.