Por: SHEILA BURKE
NASHVILLE, Tennessee. — Roddy Biggs tenía 13 años y se sentía deprimido. Había estado viendo a un terapeuta por seis meses antes de revelarle algo que ni él mismo admitía: que era gay.
Le tomó tiempo porque no había aceptado del todo su sexualidad y porque al principio no confiaba plenamente en su terapeuta, según dijo.
“No quería ser gay y no lo quería admitir”, expresó Biggs, quien hoy tiene 23 años y estudia en la universidad en Knoxville, Tennessee.
Hubiera sido devastador, afirmó, si el terapeuta lo hubiese rechazado y le hubiese dicho que se buscase otra persona.
“Me habría sentido derrotado y probablemente me hubiera suicidado”, afirmó. No es inusual que un adolescente como Biggs necesite tiempo para confiar en un terapeuta lo suficiente como para hablar de su sexualidad, pero el caso ilustra el campo minado que puede representar una ley inédita que entrará pronto en vigor en Tennessee y que permite a los terapeutas negarse a tratar a una persona por razones religiosas o principios personales.
Al margen de la guerra de palabras sobre si la ley discrimina contra la comunidad gay, lesbiana, bisexual o trasgénero o simplemente protege a profesionales con creencias muy arraigadas, se ha generado un debate en torno al impacto que puede tener en muchas personas que buscan ayuda de un terapeuta.
Las consecuencias de esta ley pueden ser complejas e incluso trágicas, según sus detractores, porque para que una terapia tenga resultados es importante que el paciente confíe plenamente en el terapeuta.
Hay quienes se preguntan si el gobierno puede obligar a los profesionales a tratar a una persona si eso va contra sus principios morales y si ese tratamiento es lo mejor para el paciente.
La ley fue sancionada la semana pasada por el gobernador republicano Bill Haslam e hizo que de inmediato terapeutas y activistas se afanasen por analizar las consecuencias que puede tener.
Como resultado de esta ley, la población trasgénero deberá usar el baño del sexo que figura en su partida de nacimiento, no el del género con que se identifica.
La ley, por otro lado, permite que el terapeuta se niegue a tratar a un paciente siempre y cuando lo mande a otro terapeuta. La medida contradice el código de ética de la Asociación Nacional de Terapeutas (American Counseling Association), la cual dice que ningún otro estado tiene leyes similares.
Uno de los elementos más controvertidos es el hecho de que toma tiempo establecer una relación de confianza entre el paciente y el terapeuta, según Art Terrazas, director de asuntos gubernamentales de la Asociación.
No es lo mismo que ir a un médico, al que el paciente puede describirle en cuestión de minutos una tos o un problema de coyunturas. “Si vas a unas pocas sesiones, sientes que te sirven y de repente te dicen `no creo que pueda ayudarte’, eso puede ser devastador”, dijo Terrazas. “Y vas a pensar, `entonces nadie puede ayudarme”’.
Los promotores de la ley tienen otra perspectiva, la de un terapeuta con una profunda fe religiosa y dicen que el gobierno no puede forzar a la gente a ignorar sus valores.
Las nuevas normas impiden que el terapeuta abandone a un cliente o se niegue a verlo exclusivamente por su orientación sexual o su identidad de género, dijo David Fowler, presidente del Consejo de Acción Familiar de Tennessee, una organización religiosa conservadora.
Ha habido una serie de demandas en todo el país relacionadas con casos en los que un terapeuta se negó a tratar a pacientes gays.
Una terapeuta fue expulsada de un programa de la Eastern Michigan University por decir que no quería tratar a un gay por sus convicciones religiosas.
La terapeuta llegó a un arreglo extrajudicial con la universidad. Un año después, en 2014, la Asociación Nacional de Terapeutas actualizó su código de ética, prohibiendo a los terapeutas enviar a sus pacientes a otro colega porque no quiere atenderlo debido a sus convicciones personales.
La organización dijo que su código de ética ya prohibía la discriminación.
Para Mary Beth y James T. “Dale” Berry, que dirigen un centro cristiano que ofrece servicios terapéuticos en Knoxville, el código de ética le plantea conflictos morales a los terapeutas.
Dicen que la nueva ley deja las cosas como estaban antes de que se aprobase el nuevo código de ética. “Valoramos todas las personas, ya sean gay, heterosexuales, transexuales, hombre, mujer, blancas o negras”, afirmó Dale Berry.
Él y su esposa dicen que no pueden avalar las acciones de pacientes que hacen cosas que van en contra de sus principios morales.
Agregan que, por ejemplo, no le ofrecerían terapia sexual a una pareja heterosexual que no está casada y que los terapeutas con profundas convicciones religiosas no pueden ser obligados a tratar a personas con enfermedades terminales que quieren morir.
Agregan que, a menos que la persona tenga una crisis de salud o mental, la terapia no es de ninguna utilidad para el paciente si el terapeuta finge comprender sus valores.
“Ellos saben cuando tenemos un conflicto”, expresó Dale Berry. “Y no es bueno tener conflictos con el paciente. Se envían señales mixtas y el paciente se confunde”. Lo mejor para el paciente es que se le haga ver otro terapeuta.
Biggs sostiene que el terapeuta debe anteponer al paciente ante todo. “Es su trabajo apoyar a la gente, consolarla, aceptarla y dejarle saber que pueden decirle cualquier cosa al terapeuta y que el terapeuta va a hablar con ellos, a guiarlos”, manifestó. “Si el terapeuta no puede hacerlo, tal vez se equivocó de profesión2.