1.- La alimentación y la raza. José Ramón López nació en Montecristi, en 1866, y murió en el barrio San Carlos, en Santo Domingo, en 1922. Este tema de alimentación y raza (etnia) constituye una misma y única realidad: “los gobiernos no son sino reflejos de los pueblos”. Y el pueblo dominicano no tiene una alimentación regulada, y no está, pues, vigorizando su cultura.
La producción científica de Ramón López estuvo marcada por el determinismo social que era común entre los intelectuales europeos de su tiempo –pesimismo y destrucción de la conciencia social de la cultura–, su visión del pueblo dominicano no fue muy halagüeña; sin embargo, en la obra La alimentación y la raza (1896), creo encontrar las connotaciones antropológica y sociológica necesarias para explicar al pueblo llano la importancia de la comida, y de sus hábitos nutricionales fundamentales.
Para los críticos, ese ensayo que marca nuestra identidad cultural fue un extraordinario estudio sociológico del mayor pesimismo acerca de la vida y las costumbres del pueblo dominicano, del campesinado y del quehacer cotidiano de los barrios marginales de la ciudad capital.
Por lo pronto, nuestro patrocinado asegura que el pueblo dominicano no ha sabido perfeccionar su alimentación, y por esta razón lo considera decadente. Comemos pocos, y comemos mal; no sabemos nada de calorías. En el mar, donde hay muchas, jamás las hemos considerado.
(Pero el ejemplo que muchos no quieren oír es la relación de éxito de los exponentes del género musical urbano, con su origen crónico de desnutrición, de marginalidad social, no sólo del alimento nutritivo, sino del pan de la enseñanza).
Porque la alimentación del pueblo dominicano ha estado siempre en las calles, y ha evolucionado de modo irreflexivo; desde allí ha tomado una idea del desarrollo de la identidad cultural, debido a los factores no muy favorables del quehacer económico y social alcanzado por la nación dominicana.
Y ha faltado el hilo conductor de las tradiciones que, unido al desarrollo de las instituciones sociales y políticas, son las que se encargan de cualificar nuestra vida del hombre en sociedad.
Dice Ramón López, que el pueblo dominicano no ha entendido la civilización al no tener una buena cocina (gastronomía), ni los hábitos de comensales saludables. Somos un pueblo de alimentación prosaica. Y cuando surge la idea de una comida en sociedad, aparece el sentido lucrativo del interés.
“La alimentación se ha vuelto una carga, más que una bendición”.
Bueno, pues será que precisamos ponerles un resorte a la instrucción pública. Los medios de comunicación estallan nuestros oídos sobre la falta de nutrición de nuestros niños, jóvenes, la ignorancia de la vida y lo ruinoso que puede ser su porvenir si no se nutre, no sólo de los alimentos, sino de los recursos vitales.
Sé que la palabra “cultura” deviene del latín “cultivo”, es decir, de las actividades agrícolas, la fuente principal de la alimentación. Pero en aras de nuestra cultura, ya es tiempo de otras hambres.