¡Protejamos la vida de nuestro presidente!
Ante la situación por la que atraviesa actualmente la clase periodística en nuestro país en cuanto al ejercicio profesional, debemos quitarnos el disfraz y llamar las cosas por su nombre, y eso fue lo que hizo el Lic. Olivo de León, al hacer sus declaraciones referentes a la muerte del periodista Blas Olivo, quien fuera vilmente asesinado por sicarios, según un informe dado a conocer recientemente por el jefe de la Policía Nacional, Manuel Castro Castillo.
Los informes policiales indican que Blas Olivo fue asesinado por una red de sicarios que operaba bajo la dirección de José Miguel Rodríguez Almonte (Job), quien se encontraba recluido en la cárcel de Monte Plata, guardando prisión por la comisión de otros delitos criminales.
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De una manera no muy clara, Job cayó abatido en un supuesto intercambio de disparos cuando intentaban requisar el recinto carcelario donde este estaba recluido.
Días después se vio una luz al final del túnel, cuando Olivo de León, presidente del Colegio Dominicano de Periodistas (CDP) declaró que todas las características de la muerte de Blas Olivo forman parte de un crimen de Estado, que de ser ciertas estas aseveraciones entonces la temática coge otro color, ya que podemos recordar los asesinatos de Orlando Martínez, Gregorio García Castro y Narciso González, entre otros profesionales de la pluma, considerados también como crímenes de Estado.
Según el presidente del CDP, el malogrado periodista, ante de su asesinato, desde hacía días estaba siendo vigilado por personas desconocidas, y fue secuestrado cuando salía de unos rezos de aniversario a la muerte de su madre, chocado su vehículo, secuestrado y luego llevado a unos 40 kilómetros del lugar de los hechos y dejado tirado el cuerpo sin vida en una finca, pero el jefe policial había informado que el motivo de su muerte fue para robarle, sin embargo no le robaron nada, declaró el presidente del CDP.
A raíz del asesinato, los cuerpos investigativos debían y tenían que encontrar un culpable, fue así como vincularon a una banda de sicarios, comandada desde la cárcel correccional de Monte Plata.
Sin embargo, luego de que la Policía determinara que el supuesto responsable del crimen guardaba prisión, ellos necesitaban a un criminal mudo, fue así como el día 12 de junio sucedió algo casi esperado, Job caía abatido de cuatro balazos, al enfrentar a los agentes especializados que requisarían su celda.
Al final de toda esta historia solo queda hacerse una pregunta, ¿quién o quiénes introdujeron el arma de reglamento con la cual Job enfrentó a los agentes policiales, que finalmente acabaron con su vida, a menos que esto no fuera un escenario preparado al estilo de: Crónica de una muerte anunciada?
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