Alvin Toffler acuñó en 1980 el verbo “prosumir”. El futurólogo estadounidense anticipó en “La Tercera Ola” que usando las redes consumiríamos servicios y también produciríamos contenidos al usar dichos servicios. Seríamos así prosumidores.
Su predicción parece hoy una obviedad. Pero hace 41 años no había cajeros o portales bancarios electrónicos, redes sociales, compras en línea ni redes eléctricas inteligentes.
Ir al banco para poner a prueba su paciencia haciendo fila es prácticamente cosa del pasado.
La mayoría de las transacciones se pueden hacer en el cajero electrónico o — si no haciera falta retirar efectivo — usando el portal del banco en las redes. Prosumiendo nuestros propios servicios financieros perdemos menos tiempo y el banco reduce costos.
Las redes sociales son ya la fuente primaria de información para más de la mitad del público. Usando portales como Facebook, YouTube y Twitter, los mismos consumidores son los que generan la vasta mayoría de las informaciones que circulan. Nadie les paga por ello.
Más bien al contrario: prosumiendo en las redes sociales pagan dos veces: con la información aportada y luego con la privacidad sacrificada.
Sus “likes” y sus “clicks” hacen posible la construcción de perfiles precisos que son luego vendidos al mejor postor para saber qué y cómo mercadearles con precisión meridiana.
Vale la pena reiterarlo: la minería de datos en las redes se ha convertido en un negocio más rentable que la minería de metales o de hidrocarburos, convirtiendo a los dueños de las redes sociales en las principales empresas del planeta.
Y todo gracias a la generosidad prosumidora.
Las compras en línea parecerían ser simplemente otro medio para distribuir bienes y servicios, sembrando transacciones electrónicas para cosechar envíos a las casas u oficinas sin tener que desplazarse.
Pero las redes permiten también vender nuestros propios bienes y servicios. Amazon es un ejemplo destacado. Sus usuarios pueden publicar para la venta sus escritos, sea en formato electrónico o impreso.
Digitalizando el proceso de principio a fin, la edición electrónica de libros reduce el tiempo de publicación que antes solía durar varias semanas y ahora apenas unas cuantas horas. Es cuestión de tener un manuscrito bien formateado, una portada y una cuenta bancaria.
Configurando los parámetros en kdp.amazon.com cualquiera puede ser el editor de su próxima obra literaria.
El precio lo pone el escritor, incluyendo un porcentaje de regalías por derecho de autor que supera con mucho el concedido por un editor tradicional, cuyos riesgos son mucho mayores.
Cuando un hogar, una empresa o una cooperativa instala paneles solares, el sistema eléctrico les permite prosumir rentablemente, siempre y cuando su conexión a la red sea a través de un contador inteligente.
La energía que no consuma se almacena en baterías que pueden luego suplir al sistema a cambio de una remuneración competitiva.
Usar celulares, computadoras o espejos solares para prosumir en la economía descentralizada del siglo XXI hace a sus propietarios dueños de los “medios de producción”. ¿Serán los prosumidores la nueva clase profetizada por aquel otro autor decimonónico cuyos áridos escritos ya nadie menciona?