Por más que Mario Draghi lo niegue una y otra vez, el titular del Banco Central Europeo nacido en Roma no puede evitar que se ligue su nombre a otro cargo de elite que ha quedado vacante en su país natal.

Las listas de posibles sucesores del presidente italiano Giorgio Napolitano, que renunció a los 89 años, rara vez dejan de mencionar a Draghi.

El peso del jefe de Estado ha cobrado más importancia en los últimos años como mediador en la complicada política italiana, papel que le quedaría bien al presidente del BCE.

Draghi ha dicho que, si bien sería un honor mudarse al palacio del Quirinale –morada de papas y reyes en el pasado–, tiene intenciones de permanecer en su puesto de Fráncfort.