Pronunciar el miedo

Pronunciar el miedo

Pronunciar el miedo

Farah Hallal

Temer es parte del ser. Quizá por eso, ya en el año 1200, la palabra miedo aparecía en el “Cantar del Mío Cid”. Admitamos que el miedo, como emoción, es fundamental: nos evita problemas.

Pero no temamos reconocer que el miedo también es responsable de que evitemos probar alimentos nuevos, nos neguemos a conocer personas o nos sintamos incapaces de llevar a cabo proyectos emprendedores. 

Un temor que me llegó al buzón de parte de personas que aprecio enormemente, es a perder la pureza del nuestro idioma por el inevitable intercambio cultural con inmigrantes haitianos.

Y a mí me pareció bueno reflexionar en ello: el latín culto transitó hacia el latín vulgar, de donde se derivan un montón de lenguas romances, incluido el español.

Nuestro idioma ha cambiado desde sus orígenes gracias al intercambio comercial, militar, cultural, turístico… con otras naciones. Del árabe heredamos las palabras aceite, alcalde, batea, albóndiga. Del náhuatl: chocolate, aguacate, apapachar y zapote.

Del italiano: capuchino, pizza, salchicha, salami. Del inglés: confort, caché, bye, iPad… sin mencionar la cantidad de letreros en inglés en todo el país.

Mientras hay tránsito y comunicación, los idiomas van cambiando: parece ser inevitable que aprendamos unos de otros. Sin embargo, hay quienes no están de acuerdo.

En los inicios de la dictadura franquista (España,1936-1975) el dictador integró, dentro de su repertorio represivo, la exclusión-como lenguas oficiales-a las catalanas, vascas y gallegas.

En Estados Unidos, por ejemplo, hay quienes se horrorizan por el “spanglish”, interpretándolo como una aberración, no como una consecuencia natural del intercambio de seres humanos que han crecido escuchando un idioma en casa y otro en la escuela y los medios de comunicación.

Dicho esto, no creo que haya que temer porque quizá en un futuro el español le tome prestado al creole haitiano algún vocablo o al revés: ya ha sucedido antes y el español no solo ha sobrevivido como la segunda lengua más hablada en el mundo, sino que se ha enriquecido y, por lo tanto, fortalecido.

¿No sería muy aburrido ver un juego de pelota sin un “home run”? ¿No sería muy desabrido dejar de comerse un “croissant”? ¿No nos gustaría tener una “jeepeta”? ¡Elijamos no pronunciar el miedo porque habrá español pa’ rato!



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