Promesas de fin de año

Promesas de fin de año

Promesas de fin de año

Rafael Molina Morillo, director de El Día

Cada vez que se acercan el final de un año y el comienzo de otro, no son pocos los mortales que se aprestan a hacer sus listas de buenos propósitos a cumplir “a partir del día primero, sin falta”.

A nadie debe sorprender, sin embargo, que cuando llega ese esperado primer día muchos de los comprometidos con su conciencia se conceden a sí mismos una ñapita extra, prolongando “hasta el lunes próximo” el inicio de su sacrificio.

Entre los propósitos más frecuentes está no mentir… pero con sólo enunciarlo ya se está mintiendo. Otras promesas usuales: organizar las gavetas de aquel mueble que hace años no se utiliza; arreglar la gotera que cae en el pasillo; leer “El Quijote”; empezar a ir al gimnasio levantándome todos los días a las 5 de la mañana; y haciendo mil y una cosas que en el fondo sabemos que no sucederán.

Yo también me he prometido cosas que no he cumplido, con la única diferencia de que ya he aprendido a no confiar ni siquiera en mí mismo cuando llega la hora de la verdad.

Viéndolo bien, lo mejor es dejar que la vida fluya libremente por su cauce natural, sin forzar nuestras acciones por el mero hecho de que un día prometí esto o aquello, sin saber las vueltas que da el mundo.

Cero promesas, pues. A vivir la vida, pero eso sí, apegados a los más puros principios éticos y morales que seamos capaces de llevar por dentro.



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