Rafael Molina Morillo, director de El Día
Es ya una costumbre muy arraigada en el ámbito nacional elaborar, al comienzo de cada año, una lista de nobles propósitos a ser alcanzados en el período que recién se inicia.
Generalmente dicha lista no es más que una repetición de la que se hizo el año anterior y que no se cumplió, como probablemente tampoco lo será la de ahora. Sabido esto, me aventuro a intentarlo de nuevo con la esperanza de que esta vez alcancemos el objetivo más beneficioso para el país y para nosotros mismos.
Para ello me apoyaré en los deseos para el año 2016 que me ha planteado el arquitecto Amado Hasbún en una reciente cartica:
1. Que dejemos de pelearnos entre nosotros mismos, ya que somos hermanos de la vida encapsulados en esta tierra.
2. Que nos tratemos sin malicia y con cortesía, para poder avanzar sin tantas piedras en el camino.
3. Que seamos prudentes en nuestro conducir, ya sea en las relaciones interpersonales como en el tránsito rodado de las calles.
Lo demás –confía el arquitecto citado, y yo con él- podemos “buscárnola” con nuestra capacidad creativa para que lleguemos a ser lo que decimos que somos y no somos.
