Paul Claudel, escritor francés, hablando en el lenguaje diplomático que le era muy particular, dijo en una ocasión que “el orden es el placer de la razón, pero el desorden es la delicia de la imaginación”.
Procurar la razón resulta relevante porque, si la tenemos, no hay que imaginarse nada, ya que ella es como el viento, que apaga una antorcha, pero aviva a un incendio.