Procurador y Consejo Nacional de la Magistratura

Procurador y Consejo Nacional de la Magistratura

Procurador y Consejo Nacional de la Magistratura

Con ocasión de la convocatoria del Consejo Nacional de la Magistratura en diciembre del año pasado, publiqué en este diario una columna en la que reiteré una de mis críticas al Constituyente de 2010, casi desde el momento mismo en que se proclamó la Constitución: la presencia del procurador general de la República como miembro del Consejo.

El lunes pasado, el país pudo apreciar que las razones invocadas por mí y por otros constitucionalistas se quedaron cortas.

El proceder del procurador general no solo mostró por qué es poco prudente que el jefe del órgano persecutor penal forme parte del cuerpo que escoge los jueces, sino que puso en peligro el prestigio del Consejo y la legitimidad del actual proceso.

La principal razón por la que el procurador figura en la matrícula del Consejo es porque, se entiende, el Poder Ejecutivo está en desventaja numérica frente al Legislativo, con cuatro representantes, y el Judicial, con dos. Quizás sea cierto, y haya que discutir las posibles configuraciones del Consejo; en todo caso, la membresía del procurador general es inaceptable.

A la incompatibilidad con su función oficial, se suma que es el único miembro sin legitimación democrática; tampoco ha sido escogido para su cargo por el propio Consejo Nacional de la Magistratura. Es un funcionario de simple nombramiento y remoción, que hace las veces de secretario de Estado de Justicia desde que la Ley n.º 485, de 1965, eliminó esa posición.

Pienso que el lamentable espectáculo de la pasada semana debe servir para poner en la agenda de la próxima reforma constitucional la exclusión del representante del Ministerio Público del Consejo Nacional de la Magistratura.

El argumento de que su condición de agente del sistema de justicia le otorga las condiciones para cumplir este papel, ya no sirve para defender su permanencia.

Lo contrario se hizo manifiestamente obvio. Lo prudente es que, a la espera de su inevitable reformulación, vayamos discutiendo desde ahora qué queremos del Consejo Nacional de la Magistratura y la forma que queremos darle.



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