El secretario feneral de la OEA ,el uruguayo Luis Almagro, no se calla. La semana pasada afirmó en entrevista concedida al semanario uruguayo Búsqueda, que “el referéndum revocatorio no pertenece ni a Capriles ni a Maduro, pertenece al pueblo de Venezuela”.
Parece que no hay vuelta que darle al queso. Más claro echarle agua. ¿Qué opinan al respecto los “mediadores”, autorizados y bendecidos por el chavismo, José Luis Rodríguez Zapatero y Ernesto Samper y algún delegado del Vaticano, que hablan de sentarse dialogar?
En este caso específico, ¿ dialogar sobre qué? ¿Sobre si se aplica un precepto constitucional? Es como proponer un diálogo en torno al principio de apertura de toda Constitución democrática de que “ todos las personas son iguales ante la ley”. Sobre esto no hay diálogo posible: nadie es más ni menos igual que nadie, aunque en la práctica algunas veces se dé, y las leyes no sean para los amigos y solo se apliquen – con todo el rigor, eso sí- a los adversarios, a los opositores, a los no complacientes.
El referéndum revocatorio no deja duda en la letra y mucho menos en cuanto a su espíritu. Fue puesto allí , y lo fue por el propio chavismo, como un derecho reservado a los venezolanos, un derecho que los ciudadanos no delegan, que no está en discusión ni es motivo de diálogo ni su aplicación depende de lo que decidan gobernantes u opositores, Maduro o Capriles. Está allí para ser aplicado, para ser cumplido.
Es un “privilegio” (derecho o ley privada) de la gente. Es el derecho a revocar democráticamente a un gobierno que aunque electo democráticamente – concediendo bastante respecto a lo que fue la elección de Nicolás Maduro- en su acción se deslegitima como tal
Almagro lo explicita muy bien en la referida entrevista: “La democracia no puede evaluarse solamente por cómo uno llega al poder ; debe evaluarse luego por cómo uno se mantiene en el poder. Si usted se mantiene en el poder de una manera ilegítima , quitándole a la gente la posibilidad de decidir, entonces se transforma en un poder ilegítimo. Es una cuestión de principios”.
Y no hay otra salida: que lo decidan los ciudadanos. El referéndum, en el caso de los venezolanos, es la mejor fórmula, sobre todo porque de una forma u otra, un poco antes o un poco después lo van a decidir.
¿ Para qué poner “parches”?
Es un poco lo que les está pasando a los brasileños. El Tribunal Superior Electoral tenía elementos para anular las elecciones que llevaron a Dilma Rousseff (hoy separada) a la Presidencia y a Michel Temer (hoy presidente) a la Vicepresidencia.
Tenía muchas pruebas de abuso de poder y de la aplicación de mecanismos que viciaban de nulidad el referido acto electoral, los que le permitían fundamentar su anulación y llamar a nuevas elecciones. No había solución más pertinente ni mejor para la crisis que convocar a los ciudadanos para que eligieran un nuevo gobierno, para que decidieran y al tiempo se comprometieran y asumieran responsabilidad.
Pero se optó por otros vericuetos. Temer fue tan legítimamente electo como Dilma, pero llegado el caso, también “ tan ilegítimamente”. En materia de corrupción no tiene las mejores credenciales. En menos de tres semanas dos de sus ministros han renunciado por sus opiniones y/o actuaciones en relación al tema Petrobras. Las soluciones, como es lógico, no aparecen de un minuto para otro. Recuperar la confianza lleva su tiempo.
La insatisfacción social sigue y la gente sale a la calle a protestar, pero ahora alentada por el PT de Lula y Dilma. En cualquier momento Lula y Dilma pasan a ser los buenos.
No todo se puede arreglar en los ambulatorios y con conversaciones de “alto nivel”, y menos cuando existe el chance de que los ciudadanos sean los que decidan.