Satanás se orinó de risa cuando normandos y franceses ocuparon La Tortuga y el noroeste de La Española. Aquello eclosionó como Haití, república negra incesantemente involutiva.
Envenenó las perspectivas de la isla desde su horrorosa revolución. Los dominicanos seguimos lidiando malamente con las miserables consecuencias.
El historiador Rolf Peter Sieferle, recientemente suicidado, ante la crisis de inmigrantes ilegales en su Alemania en 2015, afirmó que “una sociedad incapaz de distinguir entre su propia esencia y las fuerzas que la disolverían, está viviendo más allá de sus propios límites morales”, ignorante del bien y del mal para la nación.
Un chorro de memes, videos y citas de Le Pen, Zapatero, Uribe, Balaguer y Trujillo, algunos apócrifos, anega las redes sociales azuzando un nacionalismo cuya utilidad política no necesariamente contribuye a enfrentar el dramático problema: ¿qué caray haremos ante la patética inviabilidad de Haití y su depredadora invasión migratoria ilegal?
Negrear el verdor, justificar reelección o cambio, unificar patrióticamente pobres y ricos… ¡Da para mucho! Si no los políticos, ¿inventará alguien alguna solución?