En la entrevista del presidente en la BBC, hubo la presunción del entrevistador de que el prestigio de Abinader sufriría algún desmedro por rechazar presiones de la ONU para suspender las repatriaciones de haitianos y establecer campamentos de refugiados.
Es la misma ONU que estuvo muchos años en Haití, gastó una millonada y dejó como legado el cólera y escándalos de abusos sexuales por parte de su personal.
La “somalización” haitiana es denunciada por Abinader desde hace tres años, sin que la comunidad internacional haga nada.
Es locura (e hipocresía irresponsable) creer que consentir inmigración ilegal sin deportaciones o asentar refugiados solucionaría el drama haitiano.
El Gobierno hace igualito que Estados Unidos, Bahamas, Jamaica, Cuba o México, que devuelven a su país a los migrantes haitianos, en defensa de su propia seguridad y aplicando sus leyes soberanas.
Aunque Haití está en medio de una guerra civil entre bandas criminales, que combaten por controlar la capital y otras ciudades, en el resto de ese país hay suficiente territorio para albergar a sus desplazados.
Al defender al país de las pretensiones de la ONU, el prestigio de Abinader, lejos de menguar, aumenta enormemente, como demuestra su segura reelección.