La invasión masiva de haitianos con la complicidad de empresarios y autoridades, la violencia incontrolable en todos los niveles, la carestía de los productos de mayor consumo, los bajos salarios, la corrupción administrativa pública y privada, así como la lenidad judicial y la indiferencia de las llamadas autoridades nacionales nos conducen aceleradamente hacia un despeñadero.
Los haitianos entran cada día por la frontera sin control y con la complicidad de las autoridades militares y de Migración, caribeños, centro y suramericanos, entre otros, llenan cada día nuestras calles como si se tratara de un paraíso donde morar sin leyes ni prohibiciones, mientras los dominicanos vivimos impotentes y bajo un esquema de amenazas y miedo.
Las manifestaciones de protestas en demanda de servicios fundamentales, el cese de la impunidad y de la corrupción en casi todos los estamentos de la nación, sumado a cifras imaginarias de un crecimiento económico que no se refleja en lo más mínimo, nos llevan a vivir en un país confuso y dividido en zonas, como si se tratara de varias naciones en una con estilos y ritmos de vida diferentes.
Nos consta que el presidente Danilo Medina Sánchez tiene las mejores intenciones, pero no ha podido librarse de esa estructura que lo domina todo, lo corrompe todo y muy poco le preocupa el porvenir de la nación y, menos aún, la defensa de sus intereses nacionales.
Estamos navegando en un río desbordado, cargado de ambiciosos, lujuriosos y enemigos de la dominicanidad, a quienes no les importa la suerte del país, sino que sus intereses estén salvaguardados.
Por eso necesitamos un liderazgo que se ponga los pantalones y frene esta “onda destructiva” que se está llevando por delante nuestra patria, nuestra honra, nuestra moral y hasta nuestras vidas.
Señor Presidente, muchos dominicanos, orgullosos de su estirpe confiamos en usted. Esperamos que usted despierte y le ponga un alto a esta situación incontrolable, porque el país se vuelve cada vez más invivible y a ninguna autoridad parece interesarle su destino.
Muchos salarios lujosos, muchos militares y policías vagos. Jueces, fiscales y funcionarios que solo viven como reyes a expensas de un pueblo humilde, sano y trabajador como lo es el dominicano.
Esperamos, Señor Presidente, que el país no sucumba en sus manos y que tome con todo rigor las medidas que nos salven de esta hecatombe.