José Armando Tavárez
Ahora que estamos a punto de iniciar un retorno seguro, progresivo y voluntario a las clases presenciales, se hace oportuno reflexionar, con mayor claridad, sobre las lecciones aprendidas del proceso vivido con el cierre de los centros educativos como consecuencia de la pandemia.
En primer lugar, debemos reconocer que el cierre nos obligó a una “virtualización” obligatoria de todo el proceso de enseñanza y aprendizaje. Hicimos en un año lo que considerábamos imposible.
Con el golpe contundente de una crisis sanitaria a escala global desaparecieron, como por arte de magia, todas las resistencias que se tenían al uso de métodos pedagógicos alternativos que aplicaran de manera inteligente las tecnologías digitales.
Por otro lado, es fundamental darse cuenta que el formato presencial sigue siendo un factor importante a la hora de educar o formar personas. En algunos casos en particular, como por ejemplo la educación preescolar, se hace imprescindible el contacto físico y social para que los aprendizajes sean verdaderamente significativos.
En conclusión, parece ser que la educación postpandemia será una educación híbrida que aplique una estrategia educativa mixta haciendo una aplicación de diversas técnicas, herramientas y formatos educativos.
En un mismo ciclo formativo, el estudiante y el profesor tendrán experiencias virtuales o en línea, trabajo en equipo presencial, prácticas de laboratorio en simuladores, pero también en talleres especializados y un amplio abanico de opciones metodológicas sincrónicas y asincrónicas.
Aprendamos del pasado y el presente para construir la educación moderna, innovadora y tecnológica que tanto queremos para nuestra sociedad. Lo presencial o no presencial lo determinará el camino permita conducir a nuestros estudiantes hacia el desarrollo máximo de sus potencialidades.
