Desde hace varios días hay preocupaciones por un aumento en los casos de contagios de Covid-19, con una alta positividad, con más internamientos y pacientes en ventiladores y en camas de cuidados intensivos.
Hay un desbordamiento de los protocolos con un mayor registro de ciudadanos con padecimientos de la enfermedad.
El propio ministro de Salud Pública, Daniel Rivera, ha externado su preocupación por el incremento de atenciones del virus en los hospitales, con una resistencia de embarazadas a vacunarse.
Esta situación se agrega a que pocas personas acuden a los centros habilitados por las autoridades dentro del plan de vacunación.
Expertos no descartan un rebrote para los próximos días, máxime desde que el Gobierno dispuso el retorno a la docencia presencial en las escuelas públicas y en los colegios, con el reporte de varios estudiantes y profesores infectados por los síntomas.
Sin embargo, nadie se explica las razones que tuvo el Poder Ejecutivo para emitir el decreto 622-21 mediante el cual se levanta el toque de queda a partir de las cinco de la madrugada del lunes 18 de octubre.
La medida, de acuerdo a epidemiólogos, apunta a un panorama poco halagador. Se advierte que las autoridades tendrían que revertir muchas de las disposiciones adoptadas para reactivar las actividades productivas y que la población retorne a la normalidad, a pesar de que persiste el peligro de una cuarta ola de la pandemia.
Solo se espera que el Gobierno obligue o motive a la población a cumplir con el uso permanente de las mascarillas y del distanciamiento físico, además de acudir a la vacunación, como mecanismos más expeditos para prevenir y combatir la enfermedad.
Aunque en la práctica la ciudadanía presume que el país ha superado la pandemia y que realmente la normalidad es una realidad, el peligro acecha y es persistente.