Es triste que la discusión de asuntos éticos en las profesiones y oficios ocupe un lugar poco importante entre los temas del debate público.
Quizás por ello las denuncias de corrupción se suceden unas a otras sin causar mayor revuelo ni indignación popular suficiente para obligar a los políticos, del gobierno y la oposición, a revisar sus hábitos.
En cualquier quehacer humano, el valor supremo es la integridad, esa cualidad de las personas rectas, probas e intachables, junto con el talento, o sea la inteligencia y aptitud para determinada ocupación.
Directores de notoria plasticidad moral creen que las condiciones innatas del periodista son su disposición para denunciar o criticar poderes y la carencia de miedo ante peligros. Difiero radicalmente.
Ser atrevido y valiente son atributos también de mafiosos, extorsionadores o paniaguados.
A la prudencia a veces la llaman miedo y a la avilantez la confunden con valentía. Se acerca la hora de una discusión seria, profunda e informada sobre nuestro periodismo, su negocio y utilidad social merecedora de nueva regulación legal.