Vivimos en una sociedad de prejuicios, aunque lo neguemos a los cuatro vientos. Nos mentimos constantemente y afirmamos que aceptamos a todos y sus diferencias sin importar cuales sean. Nada más alejado de la verdad.
Todos y cada uno de nosotros hemos sentido y sentiremos algún prejuicio sobre una determinada cosa o persona.
El color de la piel, la posición, la ascendencia social, el género, el rango de influencia, las posiciones, las afiliaciones, el nivel educativo, la apariencia y hasta la vestimenta son factores de juicio.
Recordemos que el prejuicio humano es una valoración o idea preconcebida, generalmente desfavorable, que se tiene sobre otros y otros los tienen sobre nosotros.
Una suposición, criterio, sentimiento o crítica sobre alguien. Lamentablemente, los prejuicios están asociados a conductas discriminatorias o dominantes como la esclavitud, tribalismo, intolerancia religiosa, misoginia, racismo, segregación, androfobia, fanatismo, sexismo y homofobia.
Los prejuicios, en casos extremos, pueden terminar en violencia sobre niños, mujeres y hombres. En ningún caso son una base para una sana relación porque con este tipo de juicios se puede generar crueldad, exclusión, hostilidad y aflicción.
Leído todo esto, les invito a ver más a allá de sus creencias y practicar la “aceptación” como un estilo de vida. Entender que somos diferentes entre nosotros y que esa diversidad es la parte interesante del mundo. Abrir los ojos, ser empáticos y sensibles.
Abrazar las diferencias. No es tan difícil que digamos, solo tenemos que ver y tratar a las demás personas como queremos ser tratados… la vida es una calle de doble vía.
¿Quién es ese ser de naturaleza distinta que tiene el derecho de enjuiciar, categorizar o menospreciar a otros? Es importante entender que “con la vara que midas serás medido”… pues todo lo hecho se nos regresa.
Así que entrega lo mejor de ti para que los demás puedan darte lo mismo. Recuerda que “la diferencia entre una flor y la hojarasca, es un juicio. Deja de lado los prejuicios y aprende a aceptar… pues en la aceptación nace el amor.