Preguntas sin respuestas

Preguntas sin respuestas

Preguntas sin respuestas

Rafael Molina Morillo, director de El Día

 

Todavía hoy, a mi avanzada edad, no he podido encontrar una respuesta que me deje totalmente convencido de la verdad que busco en relación con el todo o la nada, con la duda de que el alma y las células del cerebro sean la misma cosa, con el sueño y la vigilia, con el infinito y la eternidad, con el origen del universo, con el antes y el después… en fin, con Dios o sin Dios.
¿Qué pasa con el cuerpo después de la muerte? ¿Es pura basura? ¿Había un espíritu en ese cuerpo ahora inerte? Si la respuesta es que sí, ¿adonde fue a parar?
Una pregunta genera otra pregunta más difícil que la anterior, y las respuestas no pasan de ser suposiciones, teorías, puede que sí, puede que no.
He oído o leído historias de personas (algunas de ellas conocidas mías) que, después de haber caído en estado de coma por un tiempo determinado, se han sanado y han retornado a su vida normal. Cada una de esas personas cuenta cosas similares de lo que “vieron” durante el coma: otro mundo, otra realidad. Lo curioso es que, sin conocerse entre sí, sus respectivas historias eran iguales. Para colmo, un amigo me regaló un libro escrito por un neurocirujano que no creía nada que no se pudiera confirmar con la ciencia. El neurocirujano en cuestión cayó entonces en coma durante una semana y cuando “regresó” a la vida contó las mismas cosas maravillosas que decían sus pacientes con anterioridad.
Mientras tratamos de descifrar los misterios que nos aguijonean la curiosidad, los planetas, las galaxias y las constelaciones siguen meciéndose en ese otro misterio intangible que es el tiempo y creciendo sin cesar en todas dimensiones hacia el infinito… y más allá.