«No soy un padre soltero y mucho menos viudo», explica un influencer en un video que se volvió viral en las redes sociales.
El padre primerizo, como él mismo se define, dice que cuando comparte su rutina diaria con su bebé en las redes sociales, recibe con frecuencia preguntas sobre el paradero de su esposa.
Algunos usuarios le preguntan incluso si ha fallecido.
«Estoy tratando de entender qué pasa por la cabeza de esta gente para que les resulte más fácil pensar que mi esposa está muerta y que soy viudo, en vez de verme simplemente como un padre presente«, dice en el video.
¿Cóm se explica la extrañeza que todavía puede causar la imagen de un padre cuidando a un hijo?
Se lo preguntamos a la psicoanalista Vera Iaconelli, Doctora en Psicología de la Universidad de São Paulo (USP), Brasil, y autora de los libros «Manifiesto antimaternalista», «Criar hijos en el siglo XXI» y «Malestar en la maternidad».
«Esto rompe con una expectativa que en nuestra época está diferenciada por género: es decir, entendemos que el cuidado lo brindan las mujeres. Y no sólo a los niños, sino los cuidados en general: ¿quién cuida a los ancianos? ¿Quiénes son las enfermeras?», le dice Iaconelli a BBC News Brasil.
La psicoanalista explica que, ante esta situación vista como antinatural, surgen pensamientos como «un hombre cuidador es un hombre al que le falta una mujer, porque es gay o porque es viudo», o «se queda con un hijo que debe estar bajo el cuidado principal de una mujer.»
«Si ves a un hombre desempeñando este papel, empiezas a intentar justificar este evento no como algo natural, una posibilidad, una elección, sino como el resultado de la ausencia de una mujer».
«Descalificado»
Lo que describe Iaconelli es también lo que nota a diario el naturista Tiago Koch, de 41 años, padre de Nalu (2 años) y de Iara (7 años).
Cuando es el único adulto con sus hijas, hay dos reacciones que suelen ser las más comunes, cuenta. «O es ‘oh, eso es increíble’ cuando estoy haciendo cosas normales, o ‘¿por qué este tipo está solo con estas niñas?'», dice.
«Si no estás acompañado de una mujer, o no sabes, o dejarás las cosas a medias, o mal hechas».
Tiago se acuerda de una mañana en la que estaba con su hija en la panadería.
«Iara se enojó porque quería un chocolate a las 8 de la mañana y yo no quería darle un dulce a esa hora. Era una niña actuando como una niña: se tiró al suelo e hizo lo que se espera de una niña de 4 años frustrada».
«Entonces la señora que me estaba atendiendo empezó a incomodarse y a preguntarme por qué no le daba chocolate. ‘¿Estás solo?’. La vi mirándome y buscando a otra persona. Me sentí muy descalificado, deslegitimado”, afirma.
Tiago, que da cursos sobre paternidad (centrados en el período de embarazo, parto y puerperio) a través del proyecto Hombre Paternal, también menciona que se lo juzga por pasar más tiempo en casa que su esposa.
«Veo mucho, en la práctica, que estos cuidados están muy relacionados con lo femenino, como si fuera algo practicado exclusivamente por mujeres. Entonces, si un hombre hace esto, se lo considera menos hombre. Si eres un amo de casa, por ejemplo, ¿qué tipo de hombre eres? Me han hecho muchas preguntas porque paso mucho más tiempo en casa», señala.
Tiago cree que estamos en un «momento de transición de estándares y de cuestionamientos sobre la figura paterna estándar, que viene de generaciones».
Al mismo tiempo, advierte de una posible «falsa sensación de que las cosas están mejorando».
«En este movimiento donde se discute la paternidad consciente, todavía estamos mucho más en una fase de tomar consciencia que de acción. (…) Además de hablar o publicar, ¿estamos aplicando esto en nuestra vida diaria? ¿Queremos cambiar?», se pregunta.
«Para hacer una analogía, es la idea del hombre de izquierdas, el tipo que estéticamente se ve genial, pero que, en el día a día, su comportamiento todavía está lejos de lo deseado«, explica.
«El hombre que se pone una camiseta y un portabebés y sale a la calle, y ya es un papá genial. Un hombre cargando a su bebé en un portabebés en la calle es todo un acontecimiento: ‘Guau, qué padre tan increíble'», afirma. dice, refiriéndose a la mochila o al paño que se utiliza para cargar a un bebé.
Al mismo tiempo, Tiago, que conversa con hombres sobre la paternidad desde 2018, dice que le preocupan los padres que «están perdidos en este limbo», a quienes describe como «los hombres que realmente lo intentan» pero que «siempre son descalificados o invalidados».
«Hay una urgencia, que sobre todo proviene de las mujeres -que son las que más sufren esta negligencia paterna de siglos-, que son intolerantes con lo que antes era tolerable. Tantos hombres, y me incluyo en esto también, porque es parte de mi proceso, se enfrentan con este escenario: una urgencia muy grande para una transformación muy rápida«.
En otro momento de la conversación, Tiago señala que «queda un largo camino por recorrer para que los padres se reconozcan capaces de cuidar».
«Soy un hombre, me reconozco como hombre y el cuidado es parte de mi masculinidad y paternidad. La principal bandera que levanto es que necesitamos reconocernos y afirmar nuestras masculinidades y paternidades a través del cuidado. Hasta que esto no suceda, las cosas no van a cambiar».
La paradoja en torno al «prestigio de cuidar»
Vera Iaconelli destaca que «el discurso machista y maternalista está en boca de hombres y mujeres«.
Dice que también corresponde a las mujeres exigir condiciones que les permitan «delegar la tarea de cuidar de forma más equitativa, renunciando también al prestigio que otorga el cuidar».
Iaconelli reconoce que renunciar a este prestigio puede ser «muy difícil», pero considera que para las mujeres supone «más alivio que un costo» dejar de ser las grandes «poseedoras del saber sobre los cuidados».
Para ella, hay una paradoja.
«La tarea de cuidar está desprestigiada porque es la menos remunerada, la menos valorada en nuestra sociedad, pero al mismo tiempo sirve, paradójicamente, como un lugar de prestigio para las mujeres, ya que se supone que sólo ellas saben hacerlo«, dice.
«Tenemos entonces una contradicción que las hace sufrir en esta posición de exclusividad, pero al mismo tiempo tienen miedo de renunciar a uno de los pocos lugares de reconocimiento».
Tal como está organizada la sociedad hoy en día, es común que un hombre que cuida a un niño reciba elogios o apoyo, afirma.
«Y, cuando una mujer está cuidando a un niño, no está haciendo nada más allá de su obligación y no tiene por qué quejarse ya que ese es su papel en el mundo», dice, reproduciendo el sentido común sobre el papel de la mujer en la maternidad.
«Incluso una madre soltera abandonada por su marido, que no está soltera porque quiere, es vista como alguien que eligió mal al padre de su hijo. En el ámbito de los cuidados, el cielo es el límite en términos de idealización de lo que una mujer debería ser y hacer».
Dos papás
¿Qué pasa cuando la configuración familiar no cuenta con una mujer cuidadora?
BBC News Brasil conversó con Carlos Ruiz, de 37 años, y Lucas Monteiro, de 32, un matrimonio que comparte videos familiares en el perfil «padres de 3».
En 2020 adoptaron a tres hermanos: Kawã (12 en ese momento), Edgar (9 años en ese momento) y el menor, Ketlin, que se unió a la familia a los 5 años.
Carlos, quien anteriormente utilizaba las redes sociales para compartir contenidos como docente, cuenta que, apenas empezó a compartir momentos cotidianos con los niños, apareció la pregunta: «¿Dónde está la mamá?«.
«Había preguntas tanto sobre la cuestión racial como sobre la búsqueda de la madre», añade Lucas, en referencia a que los niños eran negros y los padres blancos.
Sin una mujer cuidadora en casa, Lucas y Carlos cuentan que el siguiente tema pasó a ser la búsqueda, por parte de los seguidores, de supuestos rasgos de una «figura femenina» en la pareja.
“No hace falta tener una figura femenina ni intentar identificar dentro de nosotros [una figura femenina] para este tipo de trabajo, que es para quienes tienen casa y familia”, dice Carlos.
Lucas agrega: «Para nosotros, como padres, es normal cuidar a nuestros hijos tanto como sea posible. Vemos que, lamentablemente, esta no es la realidad«.
«Suposiciones falsas»
La mayoría de las preguntas, relata la pareja, surgen cuando comparten cosas como por ejemplo el cuidado del cabello de su hija.
«Parece que un padre no puede ser cariñoso, no puede cuidar su pelo», dice Carlos.
«Existe la idea de que los hombres no pueden, bajo ninguna circunstancia, cuidar de una niña, y que las mujeres pueden cuidar de niños y niñas», dice Lucas.
Iaconelli señala que, en general, existe una «falsa suposición» de que sólo las mujeres saben cuidar, ya sea de hombres o mujeres, mientras que los hombres no saben cuidar de sí mismos, ni a hombres ni a mujeres.
«Es una cortina de humo en torno al gran tema: los humanos cuidan a los humanos, independientemente del género, pero la esfera de cuidado es inferior, y está del lado de las mujeres. Y todo lo que resulta de esto es impactante porque subvierte un juego de poder«, dice la psicoanalista.
Lucas percibe que hay una diferencia en el juicio que la sociedad hace sobre los padres homosexuales y heterosexuales.
«Los padres heterosexuales suelen tener una posición más alta: ‘Él está haciendo mucho más de lo que corresponde’. […] Un padre hetero que cuida mientras la madre trabaja es mucho más valorado que nosotros, a quienes una parte de la sociedad nos va a subestimar, por la falta de una figura materna».
Para Iaconelli, «la fantasía de que, para criar niños y niñas, es necesario que haya un hombre y una mujer, nos hace suponer que estos niños no tendrán acceso a otras personas de otros géneros en el mundo«.
«Pero las niñas hijas de dos hombres tienen mil referencias de mujeres, dentro y fuera de la familia», afirma la psicoanalista.