En los últimos meses ha arreciado la contratación de empréstitos internacionales por parte de nuestro país. En tal empeño hemos estado enlazándonos rutinaria y masivamente, sin observar los cuidados especiales que la situación económica amerita.
La última noticia al respecto la trajo la prensa matutina del miércoles 29 de octubre, en la cual se informa de la aprobación, en la Cámara de Diputados, de un conjunto de préstamos que totalizan unos US$612 millones para aplicarlos a obras de regadío y al mejoramiento y construcción de obras viales. Dicha aprobación fue decidida libre de trámites y sin lectura previa.
La información no revela los plazos de redención concertados en cada caso, ni los costos anuales de los capitales contratados.
No obstante, da a conocer el descontento existente entre algunos legisladores que protestan porque la Cámara haya pasado dichos préstamos sin leerlos siquiera, pese a que ese estilo ha sido sumamente criticado, casi condenado, por la opinión pública nacional.
Y como la práctica de no estudiar las propuestas y proyectos la creíamos ya superada, sobre todo después de los fracasos recientes, es inevitable que nos hagamos de nuevo algunas preguntas acerca de la base en que el Congreso hace sus decisiones.
Cuando el Congreso decide aprobar un préstamo: 1) ¿lo hace de “oídas”?, 2) ¿lo hace solo cumpliendo órdenes?, 3) ¿lo hace solo para ser consecuente con las políticas de su partido en el poder?, 4) ¿lo hace previo estudio de las implicaciones del mismo, y fundándose en un esquema financiero, serio y confiable, que contemple el posterior repago de la acreencia?
Preguntas todas de grave importancia, puesto que si la decisión aprobatoria del Congreso se tomara con apego a los descuidos marcados 1, 2 o 3, es seguro que el país volverá a repetir la funesta historia que culminó con la ocupación militar extranjera del año 1916.
Y salvo que algún exdominicano aspirare a la reproducción de semejante desgracia, la denuncia de los descuidos aludidos constituye un imperativo moral a ser observado permanentemente por todo el pueblo dominicano.
Ojalá nuestros congresistas encabecen el cumplimiento de esa responsabilidad.