Preguntas desquiciadas

Preguntas desquiciadas

Preguntas desquiciadas

Un loco llega al Cielo. Pide hablar con Dios. San Pedro le lleva. “Nunca creí te vería”, dice el orate. Dios sonríe. San Pedro explica: “Recibimos todos los locos, ninguno es responsable de sus pecados; son mercancía defectuosa devuelta a la fábrica…”.

El loco no entiende, pero rastrilla tres preguntas: “Dios, ¿por qué nunca creaste a nadie que me amara? ¿Por qué me rodeaste de enemigos? ¿Por qué permitiste me ahogara en aguas turbulentas?”. Dios le miraba lleno de amor y compasión. Señaló a Pedro una puerta y dijo:

“Entra aquí, al Salón de las Respuestas. Encontrarás a quienes debieron amarte. Verás todos tus enemigos. Te dirán por qué te ahogaste…”. Arrobado con soberbia divina cruzó el umbral ensimismado.

Oyó cerrarse detrás suyo la puerta y se encontró en medio del más luminoso e interminable laberinto de profundos espejos, donde innumerables imágenes propias le devolvían su azorada mirada. Afuera, en su trono, Dios reía diciéndole a Pedro: “¿No te cansas de la misma travesura con cada loco ahogado que nos llega?”.



José Báez Guerrero

Abogado, periodista y escritor dominicano.

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