La situación de anarquía que vive el Partido Revolucionario Dominicano aburre. En realidad, el PRD nunca fue un partido conocido por su coherencia y ecuanimidad.
Con los años este grupo político ha creado una estela colosal de hechos de corrupción gubernamental y desórdenes internos, quedando muy distante de los parámetros y estatutos bajo los cuales se fundó el partido.
Actualmente, el PRD es una especie de jaula de leones hambrientos de regresar al poder, operando bajo una inequívoca manera de hacer las cosas a lo interno del partido. Todo tipo de fieras echando un pulso como combatientes de poca monta a ver quién aguanta más, hasta dónde se puede llegar y quién presidirá la manada. Por demás, una manada dividida y sin visos de unión.
En su reciente convención interna que aún se comenta, la opinión pública contempló una vez más con sorna el comportamiento de comediantes de estos políticos. Por supuesto que hubo trampas en el proceso de votación, pero eso es el PRD: anarquía, hombrecillos desenfrenados incapaces de mantener un diálogo y normas que rigen la buena educación.
Alentado este enfrentamiento por una serie de pillos que han llegando al partido para agarrar su buena tajada y empeñarse en continuar el desorden y caos por lo que es conocido.
Este PRD no tiene fuerza, no es un partido digno de oposición. En el país adolecemos de fuerzas políticas que hagan un correcto papel de contrario y crítico del gobierno.
Es más, a la población ya no le extraña para nada los acostumbrados circos que monta el PRD cada vez que tiene oportunidad de exhibirse.
En ese sentido, para nadie es un secreto los tejemanejes de Miguel Vargas y los líderes del PLD en un entendimiento casi perfecto. Los principales líderes del PRD y PRM no terminan de entender que mientras ellos continúen con sus incoherencias, trampas, engaños y acuerdos en lo privado, el gobierno del PLD continuará siendo gobierno por muchos años.
En el partido blanco hay líderes que no entienden que su carnaval pasó. Urge renovación y reforma interna desde hace años. La pena es que a pesar de que a miles de dominicanos les falla la memoria a la hora de ejercer el voto, como nación estamos condenados a una partidocracia que lleva años consumiéndose y a líderes sin arraigo.
La población pide a gritos un cambio de dirección, que puedan emerger partidos y líderes prometedores sin apaños, sin tantos compromisos que cumplir ni deudas que pagar.