La derecha política dominicana ha practicado una política hipócrita ante el pueblo dominicano. Sus campañas electorales son escenarios para la realización de promesas que nunca cumplen cuando alcanzan el poder del Estado y que solo sirven para crear falsas expectativas en la población.
Se burlan de la miseria del pueblo empobrecido repartiendo funditas de alimentos, con las cuales pretenden chantajear la voluntad de los votantes más empobrecidos del país.
Donde más se nota su hipocresía es en los abrazos y apretones de manos que dan a los votantes, pues más que un símbolo de amistad son actos de traición, ya que desde que alcanzan el poder actúan en detrimento de los intereses populares y en representación de las elites económicas y los poderes fácticos del país y del extranjero.
Por su parte, organizaciones progresistas que participan en la contienda electoral se han dejado permear por malas prácticas políticas al hacer énfasis en presentar la cara del candidato y no el programa de gobierno, que a la larga es el que genera la imprescindible conciencia política en la población.
Desde el bando progresista algunos plantean también que el pueblo “es conservador”. Partiendo de esa premisa es fácil concluir que el pueblo apoyará a los partidos conservadores o de derecha y que la única oportunidad de la izquierda es aliarse con un sector de la derecha.
Ese criterio es simplista y equivocado. El pueblo dominicano es inteligente, no conservador y en tal virtud entiende que en las actuales circunstancias la izquierda no tiene posibilidad de ganar unas elecciones.
En el transcurrir de nuestra historia republicana, desde los tiempos del partido rojo y el azul y de los coludos y rabuses, en el país se ha impuesto una cultura de corrupción y de entreguismo de la soberanía nacional a intereses imperiales. Las alianzas entre estos partidos solo produjeron las tiranías lilisista y trujillista, el enriquecimiento de los funcionarios y la entrega de las aduanas a los Estados Unidos.
El pueblo dominicano no ha sido beneficiario de las alianzas de los partidos del sistema. Por eso la necesidad de que el partido que pretende ser de nuevo tipo trabaje arduamente para ganarse el corazón de las mayorías nacionales y no para hacer alianzas que procuran el repartimiento de cargos gubernamentales, que ha sido la práctica de los partidos políticos del sistema desde la fundación de la república.
Sin embargo, ante un PLD paradigmático en la entronización y encubrimiento de la mayor conspiración de impunidad a la corrupción gubernamental en la historia dominicana, y que ha vendido a precio de vaca flaca nuestros recursos naturales y territoriales a intereses locales y foráneos, es loable una alianza de partidos.
Una alianza de partidos para sacar al PLD del poder es lo más saludable para la nación. Las reglas de juego de esta alianza deben ser diáfanas y aclaradas ante el pueblo de manera reiterativa para que este la asuma conscientemente y vote por ella.
Una alianza para sacar al PLD del poder debe ser un instrumento para concienciar y orientar al pueblo sobre los diversos ejes programáticos en que se basa la propuesta, que debe ser una rotunda negación del actual gobierno en lo que respecta a la corrupción, la impunidad, la destrucción de los recursos naturales y territoriales, el descrédito internacional al que ha sido sometido el país por la implementación de políticas de corte racista, la integración a los nuevos instrumentos de unidad latinoamericana y caribeña, etc. Lo contrario sería incurrir en la repetición de prácticas políticas de organizaciones de “izquierda” y derecha aliadas al PLD que solo se dedican a repartirse cargos para ordeñar la vaca lechera que representa el Estado dominicano.
Una propuesta programática que incluya esos ejes debe ser motivo de reflexión para todo dominicano y dominicana de buena voluntad, que entienda que el país debe encaminarse por mejores senderos.