El covid 19 aún no se ha ido y ni siquiera hemos visto llegar su punto pico en nuestro país. Cuando llegó hizo que a nivel internacional, en debates de distintos sectores, se planteara una serie de reflexiones e interrogantes: ¿Cambiará el ser humano?
¿Se transformará la sociedad? ¿Sus consecuencias serán un golpe frontal contra el capitalismo y muchos de sus valores fundamentales? Entonces diversas respuestas se ofrecieron en diferentes sentidos. Una de ellas la quiero resaltar ahora: “La llegada del virus no cambiará la naturaleza humana”. ¿Y cuál es la naturaleza humana? Sobre la naturaleza humana mucho se ha discutido. Mientras por un lado Juan Jacobo Rousseau habló de que el ser humano era bueno por naturaleza, Tomas Hobbes sostuvo que el hombre en su estado natural solo busca satisfacer su instinto, y hace que prevalezca la fuerza. Se trata de una discusión sin conclusión, eternizada en el tiempo.
Hoy con la apertura, con la desescalada y con el levantamiento del toque de queda, se ha observado que algunos sectores asumen en estampida una conducta de francachela, olvidándose de las condiciones del momento y asumiendo una actitud injustificable, porque ahora, quien no se cuida, no cuida a los demás y eso es ser irresponsable.
Estos comportamientos constituyen un serio peligro. Tomar disposiciones, en un país sin niveles adecuados de educación y de conciencia, y sin la certeza de control y supervisión eficaces, es poner en riesgo a la sociedad en su conjunto.
En el país debiéramos vernos en el espejo de varios países del continente que hoy atraviesan por situaciones muy difíciles, ya sea por relajar las medidas de confinamiento o por adoptar altos niveles de aperturas sin haber llegado al tiempo correspondiente.
Sabemos la dificultad que ocasiona la existencia de amplios conglomerados de nuestra población, que ya sea por ser parte del sector informal de la economía o que, por pertenecer a los grupos precarizados que buscan ganarse en el día a día lo correspondiente al sustento familiar, se les hace imposible un pleno confinamiento.
Con respecto a ellos, el Estado y los altos grupos empresariales tienen un compromiso ineludible.
En nuestro actual contexto de pandemia, y de cambio de mando en el gobierno dominicano, no se puede perder de vista que para ser una mejor sociedad es indispensable actuar en una dirección en que la tarea “uno A” (1A) sea elevar la calidad de vida del pueblo dominicano, elevando su ingreso, elevando la calidad de su salud, su educación, su vivienda y todos los servicios fundamentales que recibe.
Esto y más es posible en la Republica Dominicana, no obstante la deuda y el déficit fiscal. Se puede, si en el país, como se ha prometido, es parada de cuajo la odiosa corrupción administrativa y la impunidad.