Por una cultura de paz

Por una cultura de paz

Por una cultura de paz

Jesús Díaz

La cantidad de hechos violentos que vive el país en estos días debe llamarnos a una profunda reflexión como sociedad, pues la solución de los problemas colectivos debe tener una respuesta colectiva, mancomunada desde el Estado y los diferentes actores institucionales y sociales.

El desprecio por la vida en la sociedad dominicana se acentúa a diario en cualquier lugar del país, desde el ‘’colmadón’’ en los barrios hasta en una plaza pública o privada; alguien debe dar la cara, discutirlo en su integralidad, causas, consecuencias, formas de manifestación de la violencia.

Y contrario a lo dicho por el ex presidente Hipólito Mejía en estos días, que “La gente se ha montado en el caballito ese, pero siempre ha habido muertes en todas partes…qué culpa tiene el gobierno, ni nadie de que haya un loco enamora´o, ¿O celoso y peleé con una mujer? Yo no le doy importancia a eso, pero forma parte de la realidad dominicana. Pues el régimen político que encabeza su partido tiene responsabilidad en la situación, ya que el Estado es el garante de la paz social y debe implementar políticas en ese sentido como regulador de la propia saciedad.

Los niveles elevados de intolerancia e irritabilidad han cambiado las características propias de cómo somos los dominicanos: amables, serviciales, hospitalarios, con sentido del humor…, y lo podemos ver a diario en la situación del tránsito en las calles y el comportamiento de la ciudadanía.

Si tomamos en cuenta los estresores, especialmente los psicosociales, relacionados con la presentación de recurrencia; estresores internos y externos, por sucesos vitales, estrés y las contrariedades cotidianas, la alta exigencia y el perfeccionismo, entonces no podemos aplicar la indiferencia a lo que estamos viviendo.

La cultura de paz debe involucrarnos a todos y todas para enfrentar el mal con un esfuerzo para la superación y corrección de estos factores provocados por diversas actitudes que pueden ser individuales, pero afectan al colectivo, la adaptación y la propia ambientación social.