Sean mis primeras palabras para felicitar al deportista Dionisio Guzmán, recién electo presidente del Pabellón de la Fama del Deporte Dominicano.
Dionisio tiene por delante la oportunidad de darle un giro de 180 grados a una entidad que se mantiene arcaica desde hace mucho tiempo, a pesar de que por años, la presidió Luis Scheker Ortiz, hombre de acción, pero que la manejó como propiedad privada.
Darle un giro radical es una misión muy difícil bajo las condiciones actuales, quizá porque la mayoría de sus miembros han quedado huérfanos de iniciativas.
Dionisio Guzmán tiene una oportunidad única de colocar el Pabellón en otra dimensión, contando con la experiencia de muchos de los hombres y mujeres que integran la directiva, pero consciente de que ahí se necesita dar un giro de 180 grados.
Es imperioso mejorar la imagen que tiene la gente de esa entidad, mediante una campaña dirigida a que se conozca su verdadero rol.
Lo que no he podido entender hasta el momento es el método mediante el cual se llega a ser miembro del Pabellón.
Quiénes los eligen y cuáles son las condiciones morales y profesionales que se requieren para ingresar como miembro, cuya existencia se debe única y exclusivamente a elevar a la inmortalidad a los mejores exponentes del deporte.
Por cierto, no son todos los que con sobrados méritos están en su seno, por razones que muchos cuestionan.
Es otro renglón en que debe enfrascarse para evitar que si sigan escogiendo deportistas con escasos méritos, como ha ocurrido en algunos casos.
Sé que es engorroso echarse de “enemigos” a amigos que ya están o aspiran a ser inmortales, pero hay que admitir, que muchos han brincado la “tablita” para lograr su ingreso.
Y la batalla por llegar al Pabellón ya no solo es por los méritos acumulados, sino porque también se consigue automáticamente una pensión de unos miles de pesos por parte del Estado.