Enviar tropas a la frontera haitiana y cerrar el comercio bilateral, por más mínimo que sea el tiempo, constituyen desaciertos políticos.
Se trata de medidas tremendistas sobre un tema, como el agua del Río Masacre, que debe resolverse en la mesa de negociaciones bilaterales. Sin embargo, tales medidas han aumentado el índice de popularidad del presidente Abinader.
En ese sentido, de lo que se trata es de obtener capital político del tema haitiano en general, que ha adquirido notoriedad en la opinión pública, y a la vez, es una pretensión de cooptar a los grupos de presión anti haitianos.
La alocución del presidente Abinader en la ONU, donde solicita el envío de tropas interventoras al territorio haitiano, es un hecho sin precedentes en la historia de las relaciones entre ambos países, pues contrariamente a lo solicitado por el presidente Abinader, la solidaridad entre las dos naciones contra el intervencionismo y amenazas a sus soberanías, han sido hechos históricos que ocurrieron tanto en la guerra de la Restauración de 1861-1865, como en las intervenciones militares de EEUU a ambos países en 1915 y 1916.
Para tomar tales medidas no se ha tenido en cuenta que Haití es el principal cliente con que cuenta República Dominicana; que los trabajadores haitianos aportan el 5% de nuestro PIB, y que la mano de obra haitiana es la más importante en nuestra agricultura y el sector construcción.
Apostar al antihaitianismo, solicitando una intervención militar en Haití, es un acto de hostilidad que no se corresponde con la buena convivencia que ha existido entre ambos países durante mas de cien años, exceptuando las acciones genocidas llevadas a cabo por la satrapia Trujillista.
Las acciones anti haitianas infundadas constituyen un juego con candela, ya que en aras de obtener puntaje político, se están creando condiciones que pueden degenerar en conflictos armados entre los dos pueblos.
El discurso antihaitiano está basado en mentiras, como la supuesta “fusión” insular, las fabulas de una quimérica “invasión”, y la distorsión de acontecimientos históricos, las cuales son expresadas al mejor estilo del jefe de propaganda nazi, Joseph Goebbels, a quien es atribuida la frase: “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”.
Tal discurso ha calado en algunos sectores de la población, y por tal motivo, se ha convertido en un instrumento político de algunos políticos para obtener popularidad, lo cual es una infamia y una perversidad inaudita.
El discurso sobre el tema haitiano debe contribuir a mantener la paz entre ambos pueblos, y fomentar el comercio bilateral, que es el único que arroja un saldo positivo a nuestra balanza comercial.