Todo el mundo conoce o ha oído hablar de la famosa frase con que Ernest Hemingway tituló su difundida novela y el profundo mensaje que ella encierra: “Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra…
La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca preguntes por quién doblan las campanas: doblan por tí”.
Hoy tengo que aplicarme la lección. Ha muerto un periódico y yo, como periodista, siento que me han arrancado un pedazo, que mi persona ha sido disminuida, que las campanas que doblan por el cierre obligado del periódico Hoy, de Quito, Ecuador, también doblan por la libertad de prensa en todo el Continente y por los que creemos en ese sagrado derecho de todos los hombres.
Efectivamente, el Gobierno de Rafael Correa en aquel país sudamericano no ha sido capaz de tolerar las críticas y valiéndose de una cuestionada ley de Comunicaciones ha puesto al periódico Hoy de 32 años entre la espada y la pared, hasta forzarlo a suspender su publicación.
Como el propio director del diario asesinado, Jaime Mantilla, ha dicho: “La gradual pérdida de las libertades y la limitación de las garantías constitucionales que sufre el Ecuador, la autocensura que impone la vigencia de la Ley de Comunicación, los ataques reiterados directos e indirectos a la prensa que no controla el Gobierno, han generado, desde hace más de siete años, un escenario totalmente adverso para el desarrollo de un diario plural, libre, independiente, abierto a las distintas corrientes de opinión”.
Desde aquí vaya mi fraternal y solidario abrazo al director Jaime Mantilla y a todos los que le acompañan en este aciago momento.