Parecen adornar tu cara, se ponen secos y agrietados en invierno y, de vez en cuando, quedan atrapados entre los dientes cuando los confundimos con la comida.
Pero en realidad, ¿para qué sirven los labios?
Las aves parecen estar bien sin ellos, los de las tortugas son duros como un pico, y aunque la mayoría de los mamíferos los tienen, los humanos somos los únicos que los tenemos permanentemente hacia afuera.
Al parecer, los labios son bastante importantes, tan importantes que vale la pena correr el riesgo de mordérnoslos de tanto en tanto, aunque esto pueda resultar muy doloroso.
Importancia vital
Usar los labios para chupar es una de las primeras habilidades que demostramos al nacer.
De hecho, es tan decisivo para nuestra supervivencia que se lo conoce como un «reflejo primitivo».
Nacimos sabiendo cómo succionar y no requerimos ningún aprendizaje para ello. Así es en casi todos los mamíferos.
Es el reflejo de succionar combinado con otra respuesta primitiva, el reflejo de búsqueda, lo que permite el amamantamiento de los infantes.
El reflejo de búsqueda se expresa cuando la cabeza del bebé gira para encontrar todo lo que roza su boca o mejillas.
Tan pronto como algo entra en contacto con los labios del recién nacido, se activa el reflejo de succión.
Mientras la lengua hace gran parte del trabajo, los labios son vitales para mantener un sello hermético que le permita al bebé tragar.
Eso significa que alimentarse, bien sea del seno o de un biberón, no es un comportamiento pasivo para el infante recién nacido.
Es más bien como una conversación, donde cada lado cumple una función en esta suerte de danza coreografiada por la evolución.
Y los protagonistas centrales de esta danza son los labios.
Lee mis labios
Además de ser importantes para ingerir alimentos, los labios son fundamentales para hablar.
Los labios son una de las dos áreas que la lingüística señala como puntos de articulación que, en la boca y la garganta, ayudan a bloquear el aire que sale de los pulmones.
Si juntas tus labios puedes pronunciar el sonido de la p, la b o la m.
Para hacer el sonido de la f o la v, debes llevar tu labio inferior hacia tus dientes de arriba.
El origen del beso
Se dice que hablar es una parte fundamental de la vida humana, pero no es tan divertido como besar.
Besar no es algo universal, aun cuando el 90% de las culturas lo hacen. El mismo Darwin señaló que existen culturas donde besarse está claramente ausente.
«Los europeos estamos acostumbrados a besar como una demostración de afecto que puede ser vista como innata en la humanidad», escribió el reconocido científico en «La expresión de las emociones en los hombres y animales».
Sin embargo, agregó que «este no es el caso… con los (maoríes) neozelandeses, tahitianos, papúes, somalíes de África y los esquimales».
Si besar no es universal, en todo caso puede tener sus raíces en la biología, a lo mejor como una combinación de impulsos heredados y comportamientos aprendidos.
Por ejemplo, hay otras especies que también se besan. Los chimpancés lo hacen como un gesto de reconciliación luego de una pelea.
En una edición de 2008 de la revista Scientific American Mind, el escritor Chip Walter argumentó que el beso pudo haberse originado en los primates, cuando masticaban la comida que les daban en la boca a sus hijos.
Presionar los labios contra los de los más jóvenes debió convertirse en un medio para disminuir la ansiedad.
El condicionamiento básico clásico sugeriría que por esta experiencia de juntar los labios teniendo como estímulo la comida, todo contacto con los labios dispararía inmediatamente un sentimiento de placer.
Si a eso le sumas la abundancia de terminaciones nerviosas que hay en los labios, obtienes la receta para el éxtasis.
Canales de comunicación
Los labios son partes exquisitamente sensibles de nuestra piel.
La parte del cerebro responsable de la detección del contacto se llama corteza somatosensorial y se encuentra en la parte superior del cerebro, en un área llamada circunvolución postcentral.
Las sensaciones táctiles de todo el cuerpo son enviadas allí para ser procesadas, y cada parte del cuerpo cuenta con su propia subdivisión a lo largo del área postcentral.
En este sentido hay que tener en cuenta que estas subdivisiones que procesan las sensaciones táctiles son mayores en ciertas partes del cuerpo que en otras, y no se corresponden con la extensión de la piel que está en contacto.
En este caso, la zona del pecho y estómago cuentan con un área menor para procesar sensaciones que las que poseen las manos y los labios.
Así como las manos son los conductos centrales a través de los cuales interactuamos con el mundo, los labios también cumplen esa misma función.
Lo que dice un beso
De acuerdo con el psicólogo Gordon Gallup, en culturas donde no existe el beso, «las parejas pueden soplarse uno al otro en la cara, lamerse o chuparse las mejillas antes de mantener relaciones sexuales».
Pero el llamado «beso esquimal» no es en realidad frotarse la nariz con la pareja, como pensaron los exploradores del Ártico.
Se trata más bien de olfatearse para sentir el olor del otro. De hecho, puede que el besarse haya surgido como consecuencia del olfatear a la pareja romántica.
Gallup hizo un estudio sobre estudiantes estadounidenses y encontró que uno de los principales indicadores que utilizaban las estudiantes para calificar a alguien como buen «besador» estaban relacionados con pistas químicas, como el olor y el sabor.
Además, las mujeres indicaron que era muy poco probable que mantuvieran relaciones sexuales con alguien a menos que lo besaran primero.
En ese sentido, 59% de los hombres y 66% de las mujeres afirmaron que en algún momento sintieron atracción por alguien, pero que al besar a esa persona dejaron de estar interesados.
Aunque este estudio está focalizado en estudiantes en Estados Unidos, resultaría razonable concluir que el contacto cercano que se tiene al besarse permite formarse un juicio sobre aquellos que deseamos.
Y es por esa razón que vale la pena correr el riesgo de tener los labios agrietados ocasionalmente, o sufrir el intenso dolor tras morderse equivocadamente esta parte hipersensible del cuerpo.