Santo Domingo.- Cuando alguien estornuda nos apresuramos a decirle “¡Jesús!” o “¡Salud!” inmediatamente como muestra de educación y deseos de que no sea el principio de alguna enfermedad.
El origen de esta costumbre tenemos que buscarla en la época de los egipcios y griegos; y en las supersticiones que rodeaban a estas culturas.
Los estornudos podían considerarse en esta época como positivos o negativos en función del momento del día en el que se producen, así como el lado para el que girase la cara el afectado al estornudar; considerándose como una señal de que algo malo estaba por acontecer, que acechaba una enfermedad e incluso que existían malos espíritus en el interior del cuerpo que había que expulsar.
Era por tanto una especie de aviso que mandaba la divinidad de que algo estaba por venir… y no precisamente favorable en la mayoría de los casos.
Por este motivo se adquirió la costumbre por parte de los griegos de decir “¡Vivid!”, o “¡Salve!” por parte de los romanos para contrarrestar los posibles efectos negativos del estornudo.
Esto derivó en el posterior uso por parte de los cristianos de la expresión “¡Jesús!”, “¡Que Dios te bendiga!” o simplemente “¡Salud!”.
Otras fuentes citan ciertas epidemias ocurridas en diferentes lugares como la de peste en Roma (Italia) a finales del Siglo VI o la que tuvo lugar en Sevilla (España) en 1580 como el posible origen del uso de este tipo de expresiones; siendo en estos casos utilizado como fórmula para pedir por el enfermo y a la vez para invocar protección divina para no contraer la enfermedad que portaba el que estornudó.
En la actualidad se usa como una fórmula de educación, habiendo perdido todo su sentido supersticioso.
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